No lea este comentario si es muy sensible su bolsillo
Zacarías 11: 12, 13
"Y les dije: Si les parece bien, denme mi
salario y si no, déjenlo; y pesaron
por mi salario treinta piezas de plata".
Si la parte más sensible de su cuerpo es el bolsillo
(bolsa, billetera) no lea este comentario. Quien lo escribe nunca ha pedido un
salario por su trabajo sino lo que la iglesia ha estimado conveniente, y que él
de buena gana lo ha recibido porque siempre ha deseado no ser carga para su
rebaño. Ahora sigo sirviendo pero de gracia, sin sueldo.
Es como si el profeta quisiera decirles: “Tengo
derecho a un salario, me pesa tener que hablarles de dinero, pero si no
quieren, no me den nada”. En el texto el profeta por orden de Jehová le pide al
pueblo que le paguen un salario por su pastoreo y ellos como lo subestiman le
pagan el precio de un esclavo y dicen: ¿para qué más? ¿Acaso vale más? Hay una
Biblia anotada que dice que en el código de Hammurabi ese era el salario por
dos años y medio de trabajo de un jornalero. En la Escritura era el precio de
un esclavo (Ex. 21: 32). Casa del alfarero no había en el templo.
Los trabajos de un pastor tienen gran valor y si lo hace bien nunca es demasiado, aunque él
no pida aumento y esté conforme, como es su deber. En nada estoy de acuerdo con
esos descomunales salarios que embaucando a los inocentes se han asignado
algunos pillos predicadores, a los cuales no les importan el rebaño del Señor,
que esquilman sin remordimientos. Antes me refería a los genuinos profetas de
Dios que aman la iglesia más que a ellos mismos, casi como al mismo Dios.
Por otra parte, hay malos y carnales como estos que
aquí el texto trata, que no le dan mucho valor a lo espiritual, ni tampoco al
trabajo pastoral que se hace (con o sin defectos) para rescatarlos y
reconciliarlos, ni a las visitas que de cuando en cuando les hace el mismo
Señor para que sean salvos. Y si
pudieran juntar todos los sermones oídos, las visitas en casas, hospitales y
cementerios, oraciones, consejos solicitados y gratuitos, estudios bíblicos, y
los llantos acumulados en la redoma de su oficina o platicando con la que
duerme a su lado, estimarían que no dejando ni un suspiro afuera, un buen
sueldo sería un puñado de monedas que iguale al que menos gane en la iglesia.
Pero toda esa profecía no queda lúcida hasta que a Judas Iscariote le paguen su
salario.
También es verdad que hay pastores insensatos que no
llevan esos aperos mencionados, y no merecen ni siquiera que se les pague con
la dracma perdida. ¡Ay de aquellos infelices donde les caiga uno! A continuación
el Señor habla de un "pastor insensato que no visitará las perdidas ni
buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada" (11: 15-17). Es un retrato
de cierto pastor despreocupado y
holgazán que sólo piensa en quitarles lo que pueda a los hermanos. Es un
castigo que les profetiza, dándoles malos pastores que ocupen los púlpitos que
tenían los genuinos siervos. Así castiga Dios a las iglesias que desprecian sus
buenos pastores, enviándoles auto nombrados apóstoles que los despojen, les empeñen
las prendas que recogen en emotivas reuniones, que les quiten lo que tengan, y
por añadidura los maltrate, les crispe los puños y los abofetee (2 Co. 11:
19-21).
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