Mutuo encanto de los esposos


Cantares 6:10-13

10"¿Quién es ésta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol, imponente como escuadrones abanderados?" 11Descendí al huerto de los nogales para ver el verdor del valle, para ver si la vid había retoñad,  si los granados habían florecido. 12Sin que me diera cuenta, mi alma me colocó sobre los carros de mi noble pueblo.
  EL CORO:
13Regresa, regresa, oh Sulamita; regresa, regresa, para que te contemplemos.
EL ESPOSO:
    ¿Por qué habéis de contemplar a la Sulamita, como en la danza de los dos coros?


“Tengo por esposas 60 reinas y 80 concubinas y un sinnúmero de doncellas que las atienden, las acompañan y las entretienen, pero hay una sola que es a quien amo, mi Sulamita, la que sueña conmigo, la del alma poética que vibra con la mía, la que me inspira mis versos, la coautora de este libro, la más hermosa de todas, perfecta, única, escogida, bienaventurada y alabada por todas y todos; es mi amanecer, mi hermosa luna, radiante como un sol e imponente como mis ejércitos”. “Yo, Amado mío, con la excusa a mis damas que iba al huerto de los nogales a contemplar la salida de las flores y los frutos, me les escapé y heme aquí contigo entre los veloces carros como los de Aminadab, marchándonos en viaje de bodas, contrario a los deseos de mis damas que me piden que regrese un tiempo más y prolongue entre danzas y coros la fiesta de nuestro amor”.


Miren matrimonios modernos, a los dos autores de Cantares, el Esposo y la Esposa; y la realidad de un solo amor para el hombre, porque esas palabras las dice él; aunque existan en su costumbre cultural otras reinas esposas y tantas concubinas, no son más que un adorno público de ostentación política porque para su hogar sólo quiere y necesita una, como mujer una, como complemento, una; y no de todas las otras; y sus caricias lo satisfacen en todo tiempo (4:10; Pro. 5:19), ésta sola llena todos los espacios de su corazón, ha hallado la perfecta no se ha equivocado en su elección y todo lo que un hombre podría esperar de una mujer, belleza y talento, ella lo tiene.

No recomienda ni promueve Salomón la poligamia, el adulterio o la infidelidad conyugal sino la monogamia y la santidad marital. En cuanto a ella lo mismo, uno es el suyo, no pudiera, pero tampoco habría otro hombre en su vida aunque pudiera, es él todo a lo que ella aspiraba como marido, en figura y en talento, es la inspiración de sus sueños y sus ausencias las pesadillas de su amor. Y este amor ideal entre un hombre y una mujer es el prototipo del amor de Jesús con su iglesia, cualquiera otra forma de unión que no sea heterosexual no es un matrimonio porque no representa la unión entre el Señor y su Esposa la iglesia. La naturaleza humana saludable necesita formar una pareja con el sexo opuesto. Ese amor ideal es definido entre un solo hombre y una sola mujer, como fue en el principio de la creación.

Pero hay más en esta alegoría del matrimonio: el Señor considera a su iglesia perfecta, única, escogida y preciosa y bienaventurada y todo el mundo la alaba. Esa es la iglesia amada por el Señor, la amada de pura gracia y justificada por la fe, única en su amor porque a Jacob amó y a Esaú aborreció, por ella se entregó y a ella compró, y por ella oró no por el mundo (Jn. 17:9), y por ella padecieron los evangelistas para que sus miembros alcanzaran la salvación (2 Ti. 2:10). Su iglesia es llamada Señora escogida (1 Pe. 5:13; 2 Jn. 1:1); no hay otra forma de constituirse en su Esposa si él no escoge y ella acepta; no son las ganas de ellas, porque no depende del que quiere ni del que corre, sino la libre elección de él y no por medio de ese sustituto diabólico llamado ahora libre albedrío.

Su iglesia es bienaventurada, ya sea pobre o que llore o que tenga hambre y sed de justicia, siempre es dichosa con su Amado. Y su iglesia es alabada por sus hijos y por los ángeles, y por su Esposo mismo, su belleza, su talento y su obsesivo amor por él. Lo que hace que el Señor ame a la iglesia es lo que ella es no lo que ella tiene. No la ama por sus perfumes (Cantares no menciona sus ropas o calzados), no por su raza, o lo que tiene sino por su semejanza con él, la iglesia perfecta para unirse en amor con él; y por esa perfección yo trabajo (Col. 1:18). La Esposa se parece al Esposo.
 

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