Memoriza Filipenses si quieres, pero…


Marcos 8:15-21

Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.16 Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.17 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? 19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. 21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?”.


Si batallar contra la incredulidad fue la tarea más difícil que como predicador Jesús encontró, los otros dos obstáculos o más bien peligros que sus discípulos encontrarían, fueron las doctrinas o enseñanzas, y la hipocresía de ellos. Esos dos males Jesús los compara con la levadura que sutilmente pudiera ir penetrándolos y sin darse cuenta ellos quedar contagiados con la misma enfermedad.


En el evangelio según Mateo en vez de Herodes se dice "los saduceos" (Mt. 16:6,12). Los tres grupos compartían las mismas epidemias y aunque por dentro eran enemigos, por fuera habían hecho un bloque de tres para enfrentarse a Jesús. Las doctrinas de ellos no concordaban entre sí. Los fariseos creían en la resurrección y en la existencia del espíritu humano. Los saduceos negaban ambas cosas. Y Herodes era más político que otra cosa y tenía partidarios en su política que lo apoyaban entre los judíos y estaban de acuerdo en la recogida de impuestos, y leudar a los judíos con sus doctrinas de sumisión al poder extranjero.


Ellos fueron los que se confabularon para hacerle aquella peligrosa pregunta a Jesús si se negaba a pagar impuestos o los aprobaba, con el fin de buscarle problemas con las autoridades o con el resto del pueblo (Mt. 22:15-18). Tal vez los herodianos estaban más apegados en sentimientos a los saduceos y sus doctrinas que a los fariseos y las suyas. Pero cada cual tenía su propio interés en este momento y el bien común era combatir a Cristo. La orientación de Jesús fue en este triple sentido, neutral, que rechazaran las doctrinas políticas de unos, las enseñanzas seculares y escépticas de otros, y la descarada hipocresía de los tres partidos influyentes en la población. Ellos serían por su limpieza moral y doctrinal la mejor alternativa para su sometido pueblo.


No obstante era más fácil guardarse de esas malas influencias que entender las Escrituras. Y lo pongo de esa manera porque de nuevo el Señor vuelve a referirse a los milagros de la multiplicación de los panes y los peces, por cuanto ya eso era historia bíblica en la experiencia cristiana de ellos y el hecho de "recordar" (v. 18) es como releer el evangelio. Aquellos sucesos se hallaban en la memoria, eran cosas que habían aprendido pero que no formaban todavía parte en la fe de ellos, de la revelación de quién era Jesús y lo que él podía hacer.


Si alguno les hubiera preguntado sobre esos dos acontecimientos de modo histórico ellos podían contarlos palabra por palabra y coma por coma, porque estaban recientes en la memoria. No es tan difícil archivar la Biblia en la memoria como discernir espiritualmente su contenido. No habían empezado a desarrollar una vida de fe en él, y como no aplicaban lo que sabían, de modo espiritual, continuaban con sus preocupaciones con respecto al pan y al olvido en comprarlo. Les faltaba entendimiento espiritual, que es un ingrediente importante en la lectura de la Biblia y en el nacimiento de la fe, y no puede ser aprendida verdaderamente sino con mucha oración y la "suministración del Espíritu Santo".


Realmente no entendemos las Escrituras hasta que con sus materiales sagrados se consiga una fe práctica sin incertidumbres ni hipocresías. Leer bien la Biblia es algo más que aprender versículos de memoria y recordar sus historias, sino tenerla presente dentro de una memoria espiritual (no situada precisamente en el cerebro), que coloca sus porciones a propósito y adecuadamente según la situación lo requiera, y es fuente de inspiración propia, y para aquellos con quienes se comparte. La letra de la Escritura no es todo sino lo que está debajo de ella, la intención de su Autor.


Eso significa que una mente puede tener una gran capacidad de acumulación de textos bíblicos, que yazcan inertes en su interior, y sacados en retahíla por su dueño, sin que el “ave de muchos colores” es decir, el vanidoso papagayo obtenga fruto alguno. No estoy elogiando la inutilidad de la memorización de la Escritura sino advirtiendo, que se pueden bambolear en las astas del recuerdo las banderillas de kilométricos pasajes bíblicos, y filacterias agrandadas, con el único resultado que tiene la ciencia cuando abunda, hinchazón o inflación (1 Co. 8:1). Jesús les dijo que ya tenían tiempo y documentación suficiente para entenderlo y leer con provecho los hechos de su historia sagrada. El asunto no está solamente en lo que se aprende sino en lo que se hace con lo aprendido.

Comentarios

  1. Humberto:
    No estoy elogiando la inutilidad de la memorización de la Escritura sino advirtiendo, que se pueden bambolear en las astas del recuerdo las banderillas de kilométricos pasajes bíblicos, y filacterias agrandadas, con el único resultado que tiene la ciencia cuando abunda, hinchazón o inflación

    Secundo el argumento, es más, lo tercerizo...

    :]

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  2. Renton, cuando escribía este comentario me acordé que tú en alguna parte a alguien le hablaste del orgullo por memorizar filipenses. Y estuve de acuerdo, como lees. Más bien te secundé.

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