Hambre de Autoridad
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1-5; Lc. 9.46-48)
33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. 35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. 36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo37 El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
Parece que la disputa sobre quién de ellos sería en el reino de los cielos el mayor, y la consecuente respuesta, provino porque uno de ellos interrogó a Jesús sobre los pensamientos que estaban teniendo, y querían saber cada uno cuál puesto le daría en su inminente reino (Luc. 9: 47; Mt. 16:19-28). Las pretensiones de ellos fueron rechazadas y un poco más adelante se les explica que el camino hacia la grandeza no se usurpa ni se regala, sino que se trabaja en el servicio de los demás, cuesta oración, lágrimas y sudores (10:42-45). Cristo estaba buscando nuevos obreros y esclavos para su iglesia y no nuevos dueños. Y para ilustrar lo que estaba diciendo, porque quería que lo entendieran bien, tomó un niño consigo y se pusieron en medio de ellos, diciéndoles que debían dejar la arrogancia y el querer que los demás les sirvieran, y fueran tan humildes como los niños.
Jesús interfería en las ambiciones eclesiásticas que desde un principio del cristianismo sus pioneros sentían, y porque algunos quizás se involucraban en su movimiento aspirando a plazas y puestos importantes, que si bien no fueran pagados con dinero, los honorarios resultaran en aplausos, vítores, reconocimientos, y en poder dar órdenes a los demás como si fueran subalternos y empleados. La iglesia como la presenta Jesús no es un sitio para realizar personalidades frustradas ni enfermas con megalomanía, manía de grandeza, queriendo siempre estar en la cúspide de todos como señorones y no como esclavos de los demás.
Es cierto que nuestro Señor distribuyó responsabilidades en su iglesia y concedió autoridad a algunos para que fueran sus pastores y obispos, pero tampoco se refería a que gobernaran la iglesia como se gobierna las naciones, y los ciudadanos o por lo menos los reyes gobernaban a los otros como súbditos dispuestos para complacerlos. Jesús les dijo que se les quitaran de la cabeza esas ideas de lo que hallarían en la organización de su Cuerpo que es la Iglesia universal, que no existía un trono porque el único existente no se hallaba en la tierra sino en el cielo, pero sí encontrarían abundancia de lebrillos, toallas y agua para lavar los pies de los otros. Y si alguien quería entrar por aquella puerta estrecha, y también baja, tenía que inclinar la cabeza y ya ir poniéndose en fila para recibir órdenes bíblicas. Y ése espíritu de servidumbre no debe desaparecer jamás especialmente de la mente y el corazón de los que son llamados para cuidar de alguna manera a los otros, los cuales el Señor se los concede para que completen en ellos los que le falte a la fe y la salvación, y no para que dispongan a su antojo.
No hay cosa que cuadre menos a una personalidad que dirige la iglesia que la soberbia y que trate a sus hermanos como si ellos tuvieran que darle culto. Jesús dijo que el mismo principio de humillación que hay que aplicar en la conversión al entrar al reino es con el mismo que hay que continuar cuando se pertenece a un grupo cuya misión es el servicio y no destacar figuras, que en otro cielo si fueran estrellas, no alumbrarían. Muy mal hacen los que ávidos de talentos para extender el reino de los cielos invitan a cuantos conocen para que se acerquen a ejercer sus dones, porque cuentan con un grupo para dárselos, donde hacer sus exhibiciones y satisfacer el hambre que traigan de autoridad.
¡Vaya! Qué hermosa lección de humildad nos dejó el Señor. Exclente post.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Ostras Humberto, te prometo que a lo largo de la semana he estado -y sigo- discutiendo el asunto de la autoridad, con católicos en tres blogs diferentes, en serio.
ResponderEliminarJesús dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quisiere ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor…
El catolicismo lleva casi 1600 años, tratando a los papas y demás jerifaltes como reyes, es decir, ignorando completamente las palabras del Señor…
Me repugnan todos aquellos que se aprovechan de una posición de autoridad eclesiástica (pastor, obispo, sacerdote...) para reclamar ciertos privilegios, no obstante, me repugnan menos que todos aquellos que -desde los bancos de las iglesias- exigen un trato privilegiado para esa élite, pues con su babosidad les perpetúan en el cargo...
:\
Renton, parece que tú y yo en muchísimas cosas tenemos los mismos pensamientos, ¿serían mis abuelos de Cataluña? Un abrazote.
ResponderEliminarHola Isa, mi blog te saluda, extrañaba tu visita. Abrazos,
ResponderEliminarLectores:
ResponderEliminarLos que lean esta entrada donde dice "librillos" debiera decir "lebrillos", y conde dice "siglos" debiera decir “cielos”. ¡Y yo que pensaba ser perfecto!