Los caballos de Dios


1Alcé de nuevo mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y los montes eran montes de bronce. 2Del primer carro tiraban caballos rojos, del segundo carro caballos negros, 3del tercer carro caballos blancos y del cuarto carro, fuertes caballos tordos. 4Entonces hablé, y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué son éstos, señor mío? 5Y el ángel contestó, y me dijo: Estos son los cuatro vientos del cielo que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra. 6Con uno de ellos salen los caballos negros hacia la tierra del norte, y los blancos salen tras ellos, mientras los tordos salen hacia la tierra del sur.7Briosos salían, impacientes por ir a recorrer la tierra. Y Él dijo: Id, recorred la tierra. Y recorrieron la tierra. 8Entonces me llamó y me habló, diciendo: Mira, los que salen hacia la tierra del norte aplacan mi espíritu en la tierra del norte (Zacarías 6:1-8).


Hay diferentes interpretaciones de este texto, algunas de ellas forzadas; el sentido más seguro es el que le dan el Talmud y los reformadores, que el profeta está hablando de la providencia de Dios sobre los reinados de los caldeos, medo-persas, griego y romano. De todos modos de quien se trate no es tan importante como lo que significa y se ve claro que es el dominio y omnipresencia de Dios sobre el mundo, y ese control dicho con una palabra es la providencia del Señor. No obstante lo que quiero explicar es el significado de los símbolos por medio de los cuales la providencia de Dios es dibujada. Así el pasaje se abre de forma interesante y consoladora si se aplica particularmente.

(1) La providencia de Dios no es estática, se mueve de un lugar a otro como en carros y caballos (vv.2-3); no hay un punto del horizonte donde Dios no haga su voluntad; pasa de un tiempo a otro, va con las circunstancias; está en movimiento, como los cuatro vientos (v.5). Sopla “desde donde le parece”, donde le parece a Dios. A veces nos lleva al trote, o al galope; es lenta o rápida. Pero siempre, porque es sabia, es progresiva y conoce su destino. De esos vientos casi nunca se pueden predecir su calma, velocidad o giros.

(2) Y la providencia de Dios tiene diferentes colores: blanco, negro, rojo y rucio. Eso quiere decir que nos sumerge en todos sus matices y tintes que componen la historia, pero siempre dentro de “la multiforme gracia de Dios” cuya palabra significa “de muchos colores”. Si es así, es también bella como el galopar de los corceles y hermosa como el arcoíris cuando la interpreta el prisma de la Palabra de Dios y la experiencia. Que son los dos únicos medios de encontrarle explicación y sentido a lo que nos ocurre.

A veces es negra como la noche llena de sobresaltos, o blanca cuando el sol de Dios nos alumbra. Otras es como alazana, roja y clara lavada; o como la canela, y además soberana sobre guerras y vinosas violencias. Se presenta de color overo o como el melocotón y entonces nos devuelve la esperanza. O ella se vuelve de color rucio, es decir pardo claro, mezcla de tiempos buenos y malos, para que estemos conformes y tengamos un respiro entre un color y el otro. Estos son los caballos de la providencia de Dios que galopan en la historia del mundo y suben a sus lomos la historia universal y nuestras efímeras vidas.

(3) Los propósitos de la providencia son múltiples, conjugados cual el bronce, unos con otros, como el cobre con el estaño, se coadyuvan, se ayudan, cooperan, se mezclan y logran lo que quieren de mil modos diferentes; entonces todo coopera para nuestro bien. No son nuestros pensamientos sino los suyos, formados en su corazón y dentro de su mente infinita desde antes de la creación del mundo y no pueden borrárseles ni una jota o una tilde, ni hay cataclismos que pueda quebrarlos y hacerlos pedazos.

(4) Como seguro que ya ha notado, los montes desde donde sale la providencia en todas las direcciones son de “bronce” (v.1) o sólidos y dan la idea de incambiables y no se mueven como el monte de Sion; en este caso son los decretos de Dios que es lo mismo que sus propósitos. Los carros no salen a la deriva sino con un destino asignado, sea norte o sur, oeste o este. Es un consejo sabio decirle hermano, que no se lucha contra los decretos de Dios, se les acepta con un “hágase tu voluntad” y no la mía, con fe pues ella hace que cabalguemos sobre ellos, que nos subamos de buen ánimo a los lomos de los caballos de Dios, confiados que “Jehová cabalga sobre palabra de verdad” (Salmo 45:4), y ese poderoso Jinete sabe dónde nos lleva. No intentemos detenerlos porque nos arrollarían.

Comentarios

  1. ¡Wow! Muchas gracias por esta explicación. Siempre había leído este pasaje, pero tal como lo hago con los pasajes que no entiendo, lo guardo en el corazón y sé que de alguna manera, tendré alguna explicación un día. Así que mi querido hermano Humberto, de nuevo, tal cual diría un famoso cantante: ¡Muy agradecida, muy agradecida, muy agradecida!
    Chuiquitos!!! (como dice Renton, je,je)

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  2. Isa, muy agradecido, muy agradecido por leer mi blog. Dios me enseña, hermana; yo aprendo y comparto mi gomer de maná con otros. Gloria a Jehová.

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  3. asi es pastor,como escribe usted en su disertacion,tenememos que aceptar los designios de Dios con fe,y sencillamente
    esperar en El,pues El conoce todas las cosas
    y sabe lo que nos conviene.Ir en contra de
    sus propositos,es como dar coces contra el
    aguijon. Bendiciones, Hno. Mejias

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  4. Mejias, si Dios es asombrosamente inteligente, maravillosamente inteligente,incomprensiblemente inteligente por qué nos preocupamos tanto y queremos cambiar algo que se ve que es un decreto divino? Es aconsejable, por fe, galopar con Dios.

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