Estoy buscando una aguja en un pajar

Walky y yo hace un año salimos todas las semanas a repartir tratados en las calles y mercados. Hemos hablado a muchos. Hemos sido bendecidos con un grupo de inconversos, pequeño para tantos, a los cuales en un apartamento predico los domingos. ¿Una sola de esas vidas no vale nuestro trabajo? ¿No es un gran acontecimiento que el Espíritu Santo haya bajado del cielo y regenerado algunos? ¿No es un preciosísimo milagro que Cristo haya justificado un puñado de esos jóvenes centroamericanos? ¿No cantan gozosos los ángeles por un pecador que se arrepiente? ¿Y por quince o veinte? Y ¿en qué iglesia el domingo en la mañana hay 10-15 visitantes inconversos? Es raro que los hermanos lleven convidados ese manojo de almas. ¿No está Cristo donde haya dos o tres reunidos en su nombre? ¿No predicó Pablo en Roma en una casa alquilada? ¿Por qué yo no en un apartamento alquilado, los domingos? ¿Dónde se sentaba él sino en el suelo? Yo estoy mejor, me siento en una silla y un grupo en círculo me mira y oye, y tengo que decirle el número de la página en la Biblia para que hallen la cita, porque nunca antes tuvieron una en sus manos.

La mayoría de la humanidad parece espiritualmente abandonada por Dios. Sé por experiencia que dentro de un ministerio apostólico y salvador el consuelo que tiene la palabra “algunos” (Hch. 17: 34), y recuerdo cómo los discípulos se asombran que con un Maestro como Jesús no haya habido más convertidos a su evangelio, y que sean “pocos los que se salvan” (Mt. 13:23). Las congregaciones del NT comenzaron con una familia o dos y no consta que se hicieran megas iglesias. Por ejemplo Filipos, Colosas. Corinto es una excepción en número.

Hacer “obra de evangelista” es la paulina orden (2 Ti. 4:5) y no es como cantar y coser; y uno más temprano que tarde tendrá que consolarse que aunque haya trabajado más que otros ha logrado quizás menos resultados que los que deseaba (1Co. 15: 10). Algunos, desesperados y auto culpándose evangelistas, frustrados por el poco éxito de sus trabajos y queriéndose morir como Elías, quisieran cambiar de profesión y dicen “si alguien quiere ser inmundo que sea inmundo todavía”, “yo me voy a Tesalónica a poner otro negocio”. Estos sinceros obreros deformados por una teología sentimental y arminiana se cohíben de recibir aliento de la doctrina de la elección particular en las palabras de Jesús “nadie puede venir a mi si el Padre que me envió no lo trajere; y el que a mi viene no le echo fuera” (Jn. 6:37) y de Lucas “glorificaban la palabra del Señor y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (Hch. 13:48), o sea a los que “antes conoció” y que también “los predestinó” (Ro. 8:29). Y nadie puede hacer que “la palabra de Dios corra y sea glorificada” sino Dios (2 Te. 3:1). El corazón a veces quiere ir delante de las doctrinas y eso no debe ser así.

Es cierto que si no se predica nadie se convierte. Tenemos la orden de predicar para que “la palabra de Dios sea glorificada” y el apóstol dice que “¿cómo creerán si no hay quien les predique?”; pues debe haber alguien que les hable a los pecadores para que crean el evangelio; pero nadie podrá ir a Jesús aunque cinco mil les prediquen, si Dios no lo lleva. Por lo tanto, dependo más de Dios, de su agenda y doctrinas que de los esfuerzos que hago; y no debo sufrir la impaciencia de aquel sembrador que no dormía bien pensando en la semilla que había sembrado como si sus desvelos él y no la tierra la hicieran germinar. Y ¿de qué le sirvieron sus ansiedades y preocupaciones? De nada, a no ser desgastarlo y que las verdes hojas de su esperanza se las coma el gusano de la inquietud y la ansiedad que nunca muere, porque en él no estaba el poder para acelerar el proceso de crecimiento divino (Mr. 4:27-29). No entendía las leyes espirituales del sembrador, la semilla, los pájaros y los terrenos en el reino de Dios.

Sé que “para estas cosas” nadie “es suficiente” (2 Co. 2:16); y no me quita el ánimo la dureza del corazón humano porque las doctrinas de la gracia que pertenecen a mi credo, lo dan por muerto y yo no procuro revivirlo con mis métodos, personalidad o palabras. Cristo es “la resurrección y la vida” y es él quien puede decirle “sal fuera” y sacarlo de su sarcófago. Para él no hay ningún corazón difícil. Soy un pámpano y no la vid, yo solo tengo que evitar que a mi relación con él la alcance el otoño porque separado sí no podré hacer nada (Jn. 15:5).

Si alguien no se salva si no oye el evangelio, tiene que oírlo en cualquier parte y es mi responsabilidad no atraerlos hacia mí sino yo llegar hasta ellos aunque tenga que pasar por Samaria, y trabajar con temor y temblor. Por eso el sábado pasado tomé conmigo algunos y mientras nos tomábamos un helado en McDonald ellos llamaban usaban sus teléfonos móviles para llamar a los amigos que estaban en el aparcamiento e invitarlos a juntarse con nosotros y leer la Biblia.

En los Hechos dice que “creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (Hch. 13:48), Tiene que ser mucho el trabajo. No ha habido mejor misionero que el apóstol Pablo que trabajara tan arduamente por la salvación de “los escogidos” (2 Ti. 2:10) y eran ellos los que no pedían “por el mundo” sino por los que el Padre les daba (Jn. 17:9). La doctrina paulina de la predestinación, que no se puede ni mencionar porque la gente piensa en Calvino y no en Pablo que fue quien la reveló, no me estorba para hacer la obra misionera, al contrario, es mi esperanza porque trabajo pensando que los escogidos sí responderán y “lo alcanzarán” (Ro.11:7).

No trabajo con motivaciones arminianas ni salgo para “ver si alguien quiere ser salvo” si alguien por su libre albedrío lo acepta porque yo sé “que no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia” (Ro. 9:7). Mi evangelismo no se empequeñece porque yo ande de un sitio a otro yendo, “no como a la deriva” ni “golpeo al aire” (1Co. 9:26) sino que busco los escogidos. No he leído el libro de la vida donde se hallan sus nombres. No sé dónde viven, si son hombres o mujeres, jóvenes o viejos. Diré en mi corazón como el profeta: “Y dirás en tu corazón: ¿Quién me engendró éstos? Porque yo había sido privada de hijos y estaba sola, peregrina y desterrada; ¿quién, pues, crió éstos? He aquí yo había sido dejada sola; ¿dónde estaban éstos?” (Isa. 49:21). Desconozco todo eso pero sé que “todo lo hizo hermoso en su tiempo” no en el mío, y que “ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la OBRA que ha hecho DIOS desde el PRINCIPIO hasta el fin” Ecl. 3:11). Estoy convencido que la obra de la gracia de Dios es hermosa y “hermoseará con la salvación a los humildes” (Sal. 149:4), y que hay gente elegida por Dios que oirán y creerán. Vamos de edificio en edificio, de calle en calle, porque doy por cierto que algunos creerán y yo pudiera ser el medio que Dios use para salvarlos y él me lleve hasta donde están.

No trabajo contra imposibles sino para alcanzar aquellos cuyos “nombres están escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo” (Apc. 17:8). Cuento con medios simples para alcanzarlos, con la predicación bíblica, el Espíritu Santo y la oración, y pienso y veo que son suficientes. Jesús lo dijo, que “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt. 20:16); que la puerta es estrecha y aunque estuviera abierta poco “pocos la hallan” (Mt. 7:14). Los que prefieren la puerta ancha de la perdición aunque se les indique el camino a la Nueva Jerusalén son como el tonto de Eclesiastés que “no sabe cómo ir a la ciudad” (Ecl. 10:15). Para mí no es un dilema la reprobación, y como Pablo y Jesús mi enfoque está en los santos, no en el misterio de los que se pierden y si alguien quiere saber más que le pregunte a Dios. Me ocupo como colaborador de Dios en añadir a la iglesia los que han de ser salvos y todavía no lo son y yo estoy comisionado para que lo sean. No son muchos, son pocos, pero yo ando buscándolos y por ser tan pocos es que me demoro tanto en encontrarlos, casi como una aguja en un pajar.

Comentarios

  1. No he termiando de leer.
    Pero... algo me sucedió...
    a alguien que hace tiempo no el compartía le volví a compartir el evangelio... Y como siempre, sacan al tema del infierno. Procuré hablarle tranquilamente, pero cuando mencioné que noe ra el diablo quien castigaba sino que la Palabra da más luz al hecho de que es Dios mismo quien castiga en el infierno, sacó a la luz algo como diciendo "Dios es Terrible"... me preocupé así que procuré explicarle que no era poca cosa el rechazar Al Hijo de Dios...

    Al final del día me sentí mal, sentí que tal vez no hablé con tanta gracia (SOy Alguien que me encanta dar Palabra de aliento, pero que siempre tengo una aguja al lado mío diciéndome "No comprometas el mensaje" o "No presentes a Jesús como un RESUELVETODO"... oro por la dirección divina)... En fin, después etaba oranod, sintiéndome triste diciendo "Dios, ayúdame a hablar Tus Palabras, porque parece que soy terrible..." Pero Dios me confortaba,, recordándome que no me debía desanimar porque uno me rechaza... Los de Dios, vendrán a Su Tiempo, y no al mío. Tal vez no a mi prediación sino a la de otro... teniendo ya una semilla sembrada, tal vez venga otro a regarla... Recuerdo que ePablo muchas veces fue rechazado y su mensaje echado en saco roto por muchos.... En Fin... así es la vida...
    Si quiero ser misionero, tengo que acostumbrarme... Jejeje

    Bendiciones hermano! :D

    ResponderEliminar
  2. Huerta, hay que dejar que la Palabra haga su efecto. Pero aunque hables del infierno, dilo más como un apóstol de Cristo que como un profeta del AT, con el espíritu del Padre de nuestro Señor Jesucristo que con el de Jehová de los ejércitos, es decir con mucha compasión cristiana. Para ser un misionero tienes que combinar la paciencia y la fe. Abrazos, joven.

    ResponderEliminar
  3. Asi es amado hermano. Usted sabe que soy amante de la Palabra de Gracia y de hablar de ese modo. Procuré predicar la necesidad de salvación en la vida del hombre y de la reconociliación con Dios. Pero cuando me humanizan a Cristo y me lo hacen ver como un "buen modelo a seguir" es cuando mmm.. dijera la Palabra "mi Espiritu Enardece" jejeje.. Pero si, debo procurar hablar con más gracia jejej aunque quien mencionó el infierno fue él... :P... Dijera Spurgeon que son de los que se quejan de "el infierno" (Spurgeon dice de la elección) pero no quieren creer jejeje.Le pido que siga orando por mi vida amado hermano.
    Gracia y paz a usted. :D

    ResponderEliminar
  4. Asi es pastor,y lo glorioso es conocer y estar convencido,que es Dios quien saca la aguja del pajar y la trae a los pies de su hijo bendito,
    para gloria de su nombre.Los arminianos no pueden entender que es Dios, el que habre los oidos espirituales del que oye, para entonces escuchar.Gracias pastor por sus escritos,alabo a Dios por ello. Bendiciones,Hno.Mejias

    ResponderEliminar
  5. Hermano Mejias. Correcto, es el Señor quien nos guía hacia donde está escondida la aguja y cuando el magneto del evangelio está cerca ella es atraída hacia él, y ese magneto es Jesucristo quien dijo: “a todos atraeré a mí mismo” (judíos y gentiles) (Jn. 12:32), cuando es presentado “claramente como crucificado” por la predicación con la influencia del Espíritu Santo. Sigan orando por mí para que el Señor nos bendiga. Abrazos.

    ResponderEliminar
  6. Luís Huerta:
    es Dios mismo quien castiga en el infierno, sacó a la luz algo como diciendo "Dios es Terrible"

    Dios no condena a nadie Luís, es el hombre quien se condena así mismo, déjame explicarte por favor.

    Dios creó el mundo para manifestar Su carácter.
    A los seres humanos les dotó de valores morales, y serán juzgados por la medida del conocimiento y observación que tengan de estos.

    Es decir, todos los seres humanos saben que está mal robar, saben que no hay que abusar del débil, que hemos de ayudar a los necesitados… y lo saben porque cuando les roban, abusan de ellos cuando son débiles o no reciben ayuda cuando etán necesitados entienden que está mal.

    El ser humano sabe qué está bien y qué está mal y no obstante…

    Hace el mal.

    No siempre.

    No contínuamente.

    Pero la inmensa mayoría de los seres humanos, comete maldades una y otra vez.

    Bien, Dios les juzgará por ello.

    Tenían libertad y la emplearon para el mal.

    Ahora bien, te decía que Dios creó el mundo para manifestar Su carácter, ahora bien, no nos olvidemos que Dios también es Misericordioso.

    Y ahí entramos los redimidos por Jesús.

    Dios, desde antes de la fundación del mundo escogió a unos pocos por Gracia, es decir, no por obras, no por nada que ellos hubieran hecho, o puedan llegar a hacer.

    Los escogió para mostrar Su carácter, Su Gracia, Su Misericordia, Su amor.

    Pues eso es la cruz, una manifestación brutal, absolutamente brutal de la Santidad, Justicia y sobretodo Amor de Dios.

    Dios concede -por Gracia- las promesas que son en Jesús, concede la vida etena, la comunión con Dios, la adopción y todas esas cosas que jamás ningún ser humano podría obtener siguiendo simplemente su ley moral.

    Todo lo que recibimos en Jesús es por Gracia pues no hay nada que amerite al hombre a recibir todas esas promesas.

    Nada.

    En conclusión, es cierto que Dios escoge a unos pocos para Salvación, pero no lo es que los escoja para condenación.

    Es el ser humano el que se condena.

    El ser humanos escucha el Evangelio y lo rechaza.

    Bien, pero escucha su ley moral interior y la rechaza igual.

    Cuando un hombre escucha a alguno de los profetas de Dios, cuando escucha que deje de abusar del débil o ayude al necesitado, y opta por irse a ver la tele, o guardarse su dinerito para pegarse unas buenas vacaciones… comete maldad de egoismo.

    Son ellos los que sabiendo qué deben hacer, no lo hacen.

    Pero ojo, Dios es Justo y no condenará igual al pederasta que al monje budista que jamás haya hecho mal a nadie.

    Ninguno de los dos tendrá su alma pura, ninguno de los dos podrá estar en comunión con Dios ni ser adoptado como hijo, pero uno recibirá un trato y el otro recibirá uno diferente.

    Conclusión, Dios no es terrible, es Justo.

    Una entrada excelente Humberto!

    Hace poco le comenté a un arminianillo que nosotros los calvinistas no nos desanimamos si nuestras prédicas no dan fruto inmediato.

    Sabemos que -aunque debamos esforzarnos como si la Salvación del mundo dependiera de nosotros- será salvo quien será salvo pues Dios tendrá Misericordia de quien tendrá Misericordia y que parte de las bendiciones de Dios, es el trabajar por y para Él aunque en nuestra miopía no veamos fruto inmediato.

    :|

    ResponderEliminar
  7. Renton:
    Es Buena la aclaración que le hiciste entre terrible y justo. Bien argumentado. Aunque Huerta quizás piense en estos textos que Dios es el que dice y hace "malditos, al fuego eterno preparado... "Castigará (Dios) a los injustos".
    Pero los dos pueden recordar que...


    2Co 5:19 a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.

    Dios estaba en Cristo “en forma de Dios”; es como si se castigara a sí mismo en su Hijo; engendrado, no creado, lo cual sería una injusticia, que ni siquiera un tribunal humano aceptaría que un inocente pague los delitos de los culpables. La divinidad de Cristo es un requisito doctrinal y ético. Dios estaba en Cristo, no con Cristo ni junto a Cristo al pie de la cruz. Allí estaban Juan y las mujeres, y colgada en la cruz la naturaleza divina en la carne. No es injusticia, no es un abuso, Dios se castigaba, por decirlo así, pagando con amor a su propia justicia, los pecados de Renton y Humberto.
    ¿Quién puede medir las dimensiones del cubo del amor divino? (Efe. 3:18). ¿Quién puede explicarse bien estas frase de amor al mundo “porque de tal manera”? Si Dios fuera injusto lo sería consigo mismo no con nosotros.


    vuelve a leer la entrada 3 Agosto 2010, la injusticia de la justificación por la sola fe.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Neginot y Seminit

El altar de tierra