Cómo Llevarse Bien Con Los Demás

Romanos 15:1-4
“Así que, los que somos más fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, con miras a la edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo; más bien, como está escrito: Las afrentas de los que te afrentaron, cayeron sobre mí. Pues lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza, a fin de que por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras tengamos esperanza”.

La primera parte de la exposición la dedicaré a entresacar algunos consejos para vivir en paz con nuestros hermanos. Pero primero, miremos la conexión entre el presente pasaje y el anterior. Aunque esta porción se halla en otro capítulo, el tema suyo es continuación de lo anterior, en el cual el apóstol quiere que los hermanos estén unidos en las opiniones, tocante a las comidas y los días de fiestas. Insistió mucho en los hermanos que comían de todo y juzgaban iguales todos los días sobrellevaran a los que pensaban de modo distinto; y por varias veces les presentó el daño que le podían hacer a los otros que eran escrupulosos en estos mandamientos de la ley. Para él los fuertes deben proteger a los débiles, y fuertes son los que como él y tienen mayor conocimiento de la gracia.
Para llevarse bien con los demás y vivir en paz con ellos hay que aprender a hacer buen uso de la libertad de conciencia. Nota que es a los hermanos fuertes a quienes les pide que no usen la libertad de conciencia de modo que dañe a otro hermano (ver 1 Co 10.29). Cuando uno convive con otros no puede hablar y obrar como “le de la gana”; una actitud egoísta y egocéntrica no es aceptable; el uso de los derechos y deberes propios y ajenos entra en funcionamiento. Si alguien no quiere tener en cuenta el punto de vista del prójimo, ni sus gustos, entonces que se separe de todo el mundo y que viva en completo ostracismo. Unos llaman franqueza no a decir la verdad sino a abusar de esa libertad para decir cosas que hieren; y maltratan al prójimo. Hay quienes no pueden tocar el corazón de otros sin herirlo. No siempre se puede decir todo lo que se sabe o se ve, ni ser absolutamente sincero. No, hermano, nada en que otro se ofenda, tropiece, se pierda debemos hacer.

Lo segundo, lo que significa no agradarse a uno mismo, qué tan lejos puede llegar eso. Es un principio indispensable aprender a renunciar y a soportar. No sólo renunciar a nuestra libertad sino a nuestra propia satisfacción, no agradándonos en lo que hacemos sino haciendo aquello que agrada a otro y le hace bien espiritualmente, que tienden a la edificación (v. 2). Esta forma de actuar es excelente cuando se aplica al trato con los demás. Trata a tu prójimo de manera que le agrade y le haga feliz. Quizás dices: “Yo no tengo que hacer feliz a nadie porque nadie se preocupa si soy o no feliz”. Eso te lo contesto de dos maneras, una, la Biblia exhorta a los cristianos no a buscar la felicidad sino a darla, darle ocasión a otros para que sean felices.
Observa el ejemplo que el apóstol pone, Cristo, quien no se agradó a sí mismo sino a los otros, soportándolos, destinándose a no agradarse a sí mismo, a no buscar su felicidad sino la de otros. Y dos, el precio que se paga por la felicidad es renunciar y soportar. Cristo es el gran renunciante. Además, uno puede tener otros ideales en la vida que no son únicamente agradarse a uno mismo y ser feliz. Puede encontrar felicidad complementaria y satisfacción en otras personas y cosas. Si el cristiano no halla la felicidad por sus muchos sufrimientos puede vivir gozoso por medio de la consolación de la Escritura, por el gozo y la paz que da el creer (v. 13). El que vive con su corazón lleno de esperanza tiene una felicidad de otra clase, la que da la comunión con Dios; aunque no conozca otra, tiene esta que es espiritual y suprema, la felicidad de su vocación y de la misma adorable existencia de Dios, que le da el Espíritu derramando su amor en el corazón.
Si el mandamiento es no agradarnos a nosotros mismos, nuestra meta no es hacernos felices a nosotros mismos sino a los demás. Quizás haya que renunciar a un gran amor para hacer feliz y consagrarte a otra persona que no te hace completamente feliz; o conformarte con lo que te da, un poco de felicidad.

Una reflexión devocional
"Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer" (v.13)
¿Tienes falta de paz? Es porque no crees; fortalece tu fe y retornará la paz perdida. ¿Se te ha extinguido tu gozo? Cree. Mira a Cristo. Nota que la fe y la esperanza andan unidas en el andar del cristiano; nunca ellas se separan, donde va la una le sigue la otra, y el camino que ambas llevan concluye en el cielo que es el hogar de Esperanza. La Esperanza vino a buscar a Cristiano para llevarlo consigo a su mansión celestial, y para eso le comunicó fe, que continuamente alimenta. Si le faltara esperanza a esa fe, se secaría y moriría, quedando de ella sólo un cadáver momificado de lo que una vez estuvo saludable y tuvo vida. Piensa mucho en tu esperanza, en el cielo, en la compañía de los justos hechos perfectos, en tu tabernáculo de gloria, en tu asiento junto al Padre y el Hijo, porque esa clase de esperanza es purificadora o limpia (1Jn 3. 3). Cree en las promesas de Dios, agitado corazón, y dentro de ti otra vez anidará la paloma de la paz que por la tempestad había huido.


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