Pastores y creyentes con una mente crítica


2 REYES 2:15-18
“Y dijeron: He aquí hay con tus siervos cincuenta varones fuertes; vayan ahora y busquen a tu señor; quizá lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No enviéis. Mas ellos le importunaron, hasta que avergonzándose dijo: Enviad. Entonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo buscaron tres días, mas no lo hallaron”. 

“Y él les dijo, no enviéis”. Parece desconocimiento o incredulidad; lo cierto es que existía esa posibilidad, que el milagro no tuviera la extensión que parecía (Hch. 8:39,40). Pienso que aquellos profetas tenían una mente crítica y no querían glorificar Dios con un milagro que no estuvieran seguros que lo hizo. Uno ve eso hasta en algunos sacerdotes; pero ¿por qué no impiden que el pueblo se acerque a sus iglesias supersticiosamente? ¿La asunción de María? ¿Lágrimas y sudores en los rostros de sus ídolos? Nuestro ministerio no consiste sólo en creer nuestra verdad sino también en impedir que nuestros hermanos crean mentiras. El mundo alrededor de la iglesia era muy supersticioso, pero ellos querían confirmación. Dios nos ayude a no aceptar ninguna maravilla sin confirmación. Estudia “aquellas cosas que entre nosotros han sido ciertísimas” (Luc.1:1). La fe debe ser asentada sobre la palabra de Dios; no se trata de dudar que Dios pueda hacer esto o aquello, sino estar seguros que lo hizo (ver Jn. 9:11; Mt. 8:4). Una cosa es tener el corazón abierto para creer y otra ser proclive a creerlo todo. De la madre de Jesús se dice, cuando oyó las maravillas que le contaban, que “oía estas cosas meditándolas en su corazón” (Luc. 2:19). Si desde el cielo nos pudiera ver y oír nos pediría que fuéramos prudentes y continuemos examinándolo todo y por esa vía descartar los milagros que no quisiera que se le atribuyeran. Sin embargo, aunque tengamos una mente critica para espulgar las falsedades, tampoco el Señor quiere que seamos “tardos para creer lo que los profetas han dicho” (Luc.24:25), y debemos leer y releer los relatos bíblicos, en oración, hasta que reciban un asentimiento total. El último de sus milagros, su asunción al cielo, debe ser creído no sobre la base a que fuera contemplado sino a que si fue real que otros lo vieron. “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Jn.20:29) “este Jesús que habéis visto ir al cielo así le veréis volver”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Ahuyenta los pájaros y las aves de mal agüero

El altar de tierra