Culturas más abiertas y más cerradas al evangelio
imagen: Ruinas de Atenas
"Estos eran
más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas
eran así".
“Nobles” quiere decir bien nacido, de alto rango. Hay que
admitir que en todo lugar la gente no era igual para el evangelio: una cuestión
¿racial?, ¿cultural? Hay terrenos que son mejores que otros (Mr.4:20).
Sin embargo, no
quiere decir que la idiosincrasia de una ciudad o de una nación, aún de una
familia, más aun, de un individuo, determine su salvación, si ha de creer en
Cristo o no. Es cierto que hay pueblos que culturalmente se han corrompido
más que los otros, que hay naciones que parecen ser más duras de corazón para
el evangelio que otras; pero eso no quiere decir que esté naturalmente
una más dispuesta a aceptar al Señor que las otras. En Apocalipsis leemos que
Juan vio los redimidos de todas las tribus, pueblos y lenguas; no dice la proporción,
pero puede ser que de unos más que de otros. Dios lo sabe.
Pero sí es
cierto que el Creador de los pueblos, aquel que permite que una raza prospere
más culturalmente que otra, que sea alumbrada con la luz del evangelio primero
que otras, forma los corazones de los pueblos a su gusto dándoles ciertas
características que les permiten ser salvos con más facilidad que otros.
Compara los bereanos con los atenienses (17:21), inclusive, esa nobleza de ellos
los favoreció por encima de los tesalonicenses y fueron salvos en mayor número.
¿Has visto el
orgullo nacional de todas las gentes? Algunas veces se enorgullecen de aspectos
culturales que son una desdicha que los posean, porque suelen ser los mismos motivos
pecaminosos que los alejan del Señor y evitan que se conviertan a Cristo, las
mismas razones que resisten al Espíritu Santo, las que hicieron sucumbir
culturas pretéritas. Los bereanos, como ciudad, por el gran amor de Dios,
tenían un corazón mucho más noble que los de Tesalónica para recibir el
evangelio y ni qué decir que Nazaret (Mr.6:3-6). El apóstol vio sus trabajos
allí avanzar más rápido, enseguida se interesaron predicaban mentiras sino
porque lo que estaban oyendo era tan maravilloso que querían documentarse más
en el asunto, comprobar con sus propios ojos los misterios que les estaban
enseñando; se agrupaban en montones, estaban fascinados, individualmente,
hacían preguntas y comentaban: ¡Cómo no lo habíamos visto, cómo nadie nos
había enseñado eso!, y les pedían más explicaciones. Por aquella solicitud con
que recibieron la palabra, sin tener que discutir con ellos y por el estudio a
que enseguida se entregaron, muchos se convirtieron al Señor y cuando el
apóstol se marchó dejó detrás de sí una congregación muy bonita, con muchas
mujeres de distinción abrazadas a la fe y no pocos hombres al lado de ellas.
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