Culturas más abiertas y más cerradas al evangelio

imagen: Ruinas de Atenas

HECHOS 17:11,12
"Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así".

 “Nobles” quiere decir bien nacido, de alto rango. Hay que admitir que en todo lugar la gente no era igual para el evangelio: una cuestión ¿racial?, ¿cultural? Hay terrenos que son mejores que otros (Mr.4:20).
Sin embargo, no quiere decir que la idiosincrasia de una ciudad o de una nación, aún de una familia, más aun, de un individuo, determine su salvación, si ha de creer en Cristo o no. Es cierto que hay pueblos que culturalmente se han corrompido más que los otros, que hay naciones que parecen ser más duras de corazón para el evangelio que otras; pero eso no quiere decir que esté naturalmente una más dispuesta a aceptar al Señor que las otras. En Apocalipsis leemos que Juan vio los redimidos de todas las tribus, pueblos y lenguas; no dice la proporción, pero puede ser que de unos más que de otros. Dios lo sabe.
Pero sí es cierto que el Creador de los pueblos, aquel que permite que una raza prospere más culturalmente que otra, que sea alumbrada con la luz del evangelio primero que otras, forma los corazones de los pueblos a su gusto dándoles ciertas características que les permiten ser salvos con más facilidad que otros. Compara los bereanos con los atenienses (17:21), inclusive, esa nobleza de ellos los favoreció por encima de los tesalonicenses y fueron salvos en mayor número.

¿Has visto el orgullo nacional de todas las gentes? Algunas veces se enorgullecen de aspectos culturales que son una desdicha que los posean, porque suelen ser los mismos motivos pecaminosos que los alejan del Señor y evitan que se conviertan a Cristo, las mismas razones que resisten al Espíritu Santo, las que hicieron sucumbir culturas pretéritas. Los bereanos, como ciudad, por el gran amor de Dios, tenían un corazón mucho más noble que los de Tesalónica para recibir el evangelio y ni qué decir que Nazaret (Mr.6:3-6). El apóstol vio sus trabajos allí avanzar más rápido, enseguida se interesaron predicaban mentiras sino porque lo que estaban oyendo era tan maravilloso que querían documentarse más en el asunto, comprobar con sus propios ojos los misterios que les estaban enseñando; se agrupaban en montones, estaban fascinados, individualmente, hacían preguntas y comentaban:  ¡Cómo no lo habíamos visto, cómo nadie nos había enseñado eso!, y les pedían más explicaciones. Por aquella solicitud con que recibieron la palabra, sin tener que discutir con ellos y por el estudio a que enseguida se entregaron, muchos se convirtieron al Señor y cuando el apóstol se marchó dejó detrás de sí una congregación muy bonita, con muchas mujeres de distinción abrazadas a la fe y no pocos hombres al lado de ellas.

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