El salario pastoral es agradable a Dios


FILIPENSES 4: 18
"Pero lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido, habiendo recibido de Epafrodito lo que habéis enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios".

 ¿Sabes una cosa? En el Nuevo Testamento parece ser que el privilegio de sostener financieramente la obra del Señor estaba principalmente en manos de los pobres. Es cierto que la iglesia era mayormente pobre. Pedro mismo dijo (como generalmente los ministros dicen): "No tengo ni oro ni plata". En el ministerio de Jesús, un puñado de mujeres eran las que principalmente proveían para el sostén suyo y de los otros (Luc. 8: 2, 3).  Como la iglesia no tenía mucho dinero, entonces había poco que darles a los ministros suyos. Cuando los ancianos de la iglesia son sostenidos por una congregación pobre pudieran sufrir con sentimientos de indignidad, pensando que lo que ellos hacen no vale tanto como el sacrificio que los hermanos hacen para pagarles sus salarios. Es un sentimiento muy humano, nacido de la compasión, pero no es el que el Espíritu Santo quiere que tengan.

Jesucristo siempre dijo que "el obrero es digno de su salario" (1 Ti. 5:18). Si es "digno", digno es. Las cosas del Espíritu son cosas de fe y el sostenimiento económico de la obra del Señor es una experiencia de fe que la iglesia tiene. Los hermanos pobres tienen que ejercitar la fe y separar una porción para invertirla en el ministerio de la palabra; Dios permite que sean ellos principalmente los que tomen esa responsabilidad para enseñarlos a vivir por fe. Cada vez que separamos algo para el sostén de la iglesia, haciéndonos falta ese dinero, y quedándonos con una parte que apenas "ajusta" ejercitamos nuestra fe, como hizo la viuda pobre que dio al profeta Elías todo su sustento (1Re.17:9-16). Pablo indicó que eran pobres y que de su "profunda pobreza" habían dado (2 Co. 8: 1-5). Si él les dice que "Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús", (v. 19) indica que ellos darían y se quedarían faltándole, que no daban de lo que les sobraba. 

Pero también les promete que Dios premiará esa fe y lo que se da para la obra él se lo reintegrará totalmente. No, no se empobrecerá nadie por contribuir a la iglesia de Dios, no será más pobre por lo que dé. El que no es generoso puede que su avaricia le preserve de su escasez, pero el que no es generoso no es un hombre o una mujer de fe y no podrá experimentar la delicia de la gloria de Dios en el hecho de dar y recibir. Son los pobres los que frecuentemente sostienen la obra del Señor, con excepciones. Los pobres salían a buscar trabajo cada día, por eso cuando Jesús en la oración modelo dijo a sus discípulos “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy” quería decir “dame un trabajo hoy”. Son los que ejercitan la fe y los que reciben de vuelta, del tesoro de Cristo Jesús, la porción de sus contribuciones. Y que conste que no estoy hablando de darle dinero a cualquiera que lo pida.

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