Dios no ha muerto, como escribió Nietzsche


JOB 19:25-27
Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí”. 

Ni el sentido ni las palabras pueden tomarse como que Job declara la esperanza de la resurrección de su cuerpo. No dice que "mi redentor vivirá" sino "vive" y que "al fin se levantará". No se refiere a que emerja de entre los muertos; es una forma figurada para decir que Dios al fin, que es su Redentor, entrará en acción, saldrá de su escondite en el polvo, desde donde nadie lo espera, súbitamente, y lo librará de toda su enfermedad. Sus palabras indican que cree que el fin es de Dios y que todo se arreglará. Y ese es el bendito consuelo de nuestra esperanza cuando estamos en tribulaciones, que el Redentor vive, que el Dios en el que creemos está vivo; como sepultado pero vivo, y que sorprenderá al fin (Sgo.5:11), el Señor, y al término del asunto, más acá de la resurrección, le veremos, testificando dentro de nuestra experiencia cristiana que es “el viviente que me ve”. No, Dios no ha muerto, como escribió Nietzsche.Y como imaginan los ateos y seculares. Ni el evangelio, ni la iglesia cristiana.

Y en una sustanciosa afirmación, por lo mucho que Job habla de su justificación, querrá decir que Dios lo justificará; conteniendo en germen, al menos verbalmente la idea que espera que su Redentor lo justifique; y de ese modo se acerca como por debajo, desde el polvo, a la idea de que Cristo fue resucitado para nuestra justificación, y pudo haber mencionado el grandioso asunto sin conocerlo.
Sin embargo, si la iglesia cristiana gusta, conocedora primero de la resurrección de Cristo, puede hacer como hicieron los apóstoles, adaptar las palabras para sí, porque el lenguaje es hermoso y lleno de su preciosa esperanza futura. Cada creyente puede decir: yo sé que Cristo vive, que es mi Redentor y está vivo, y que al tercer día se levantó del polvo, que la muerte no lo retuvo, que llevó cautiva la cautividad, que aunque muera y sea deshecha mi piel, saldré del polvo, cuando diga mi nombre, y volveré a mi ser, tendré de nuevo mi carne aunque se haya desintegrado en el polvo, mis ojos se abrirán y podré ver con mis propios ojos al Dios que ahora no veo". ¡Oh lo mucho que significa estar en Cristo, vivir con Cristo y morir en Cristo! Cristo no está muerto ni Dios tampoco.

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