Reflexiones sobre un obelisco
Obelisco de Absalón sino en Londres |
1 SAMUEL 18: 17,18
“Absalón se había erigido una columna para sí pues se había dicho: no
tengo hijo para perpetuar mi nombre”.
Primero que todo, permítanme algunas derivaciones inferidas del texto, a modo de aclaración: es
una buena cosa tener un edificio propio donde uno pueda reunirse para adorar al
Señor; las ventajas son muchas por los ministerios que se pueden tener, y es un
incentivo si tiene buena localización para la gente que busca donde
congregarse.
(1) Hay un mito alrededor de eso, que una iglesia sin un templo propio no
crece, se estanca. Es la teoría de los que escriben sobre
“iglecrecimiento”. Si la gente asiste a
la iglesia por el templo que tiene y no por el evangelio, ¿es eso iglesia? Eso
contradice la historia del cristianismo. En los primeros siglos la iglesia no
tenía templos, se reunía en las casas y crecía, y por otro lado cuando los tuvo
creció mucho, pero se contaminó, y después dejó de crecer. Lo que hace crecer
una iglesia no es el templo es el evangelio y la vida misma de sus miembros.
Los primeros cristianos usaban el templo judío para orar y para enseñar la
Escritura, y fuera de Jerusalén también utilizaban las sinagogas, y además se
dice “en el templo y por las casas” (Hch. 5: 42). Los cristianos llegaban a las
casas, la saludaban y entraban. En un contexto diferente eso se puede hacer con
los familiares, con los amigos. El crecimiento de la iglesia es un asunto
familiar, doméstico y fraternal. El lugar donde la iglesia se reunía no era el sitio de evangelización de los
pecadores sino de oración, aprendizaje, alabanzas (1 Co. 14: 23), era en un hogar donde la familia solía comer
junta. Eso no quita que hoy lo usemos con ese propósito. La forma normal de
tener un sitio propio es el crecimiento de la congregación, y eso hará posible
tenerlo, no al revés, tener el local para crecer.
(2) En segundo lugar, la sociedad será impactada no con los
edificios que hagamos sino por la iglesia misma, por las vidas construidas por
Dios. Lo principal de la iglesia es que ella
se convierta en una casa donde se ofrezcan sacrificios espirituales (1 Pe. 2:
5), donde more Dios, que no habita en templos hechos por hombres (Hch. 17:
24,25); ella es un edificio de Dios (Efe. 2: 20-22), donde cada miembro es una
columna en su congregación (Apc. 3: 7-13). Que los pastores sean las
principales columnas (Ga. 2: 9), que ella sea columna y baluarte de la verdad
(1 Ti. 3: 15), o “pilar y base” (apoyo) de la verdad, y la gente se admire no
de las piedras donde se reúnen sino de la clase de vida que llevan (Luc. 21:
5,6), cada uno convertido en un templo del Espíritu Santo, en un cuerpo santo.
(3) En tercer lugar, al
fin llego a la explicación del texto y me ocupo de Absalón y su obelisco o monumento, que es lo
mismo, hecho por él para inmortalizar su nombre y que lo recordaran las
generaciones venideras; pero no fue así, aunque su nombre quedó inmortalizado
no fue por aquel monumento de piedra sino por el monstruoso monumento de su
propia vida, la historia de cómo vivió, y que la utilizó no para ayudar a otras
vidas sino para hacerles daño y aprovecharse de ellas, y que vivió para su cabello (2 Sa. 14: 26), como un
hombre resentido y con odio y sin
virtud vengó la violación de su hermana. Ha sido recordado su nombre no como un buen hijo sino un mal hijo
que en vez de imitar a su padre se creyó mejor que él y lo envidiaba.
Habría sido su historia otra si hubiera ayudado a Tamar a recuperarse sicológicamente del trauma de la violación,
porque aunque la llevó para su casa y le dijo que era su hermano, pudo haberla
ayudado a encontrar un hombre que se casara con ella, si hubiera ayudado a su
padre en la consejería del pueblo y no aprovecharse de esa confianza para ir
robándoselo, si hubiera cultivado su vida de modo que cuando muriera su papá,
él le hubiera sucedido en el trono, luchando por sus metas y no robando el
triunfo de otro, si hubiera ayudado a
su padre en sus caídas y no sirviera para avergonzarlo y servirle de castigo de
Dios, como lo fue al acostarse con las concubinas de David por causa del pecado
de éste con Betsabé; si hubiera seguido
buenos consejos y no malos, y no que él
con su conducta acortó los años de vida de sus hijos (14: 27), que murieron
jóvenes o niños y la suya también, y
quedó colgado por el cabello en una encina y Joab le clavó tres dardos
de hierro en el pecho y los jóvenes lo traspasaron con espada cuando aún le
quedaba alguna vida y lo tiraron en un hueco como si fuera una basura y lo
cubrieron con piedras (18: 9-17). Esa fue su sepultura.
Esas eran las piedras
que habrían hecho un monumento de inspiración para las generaciones futuras.
Los turistas dirían ¿adónde vamos primero, al obelisco de Absalón o a su
sepultura? Y los que fueran primero donde estaba enterrado ya no querían ver el
obelisco de aquel hombre que vivió y murió sin gloria. Después nadie iría a
ninguno de los dos sitios. Aplicando eso, serás recordado si escribes tu vida
en la de otros, si son ellos los obeliscos donde lean tu nombre, y si son ellos
los que construirán tu obelisco no tú
mismo, como el monumento a Washington, en esa ciudad. O, soporta la pregunta,
¿eres un obelisco de pecados y rebeldía contra Dios?
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