Revise su concepto de lo que es ser un hombre o una mujer
1 CORINTIOS 3:1-4
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros
como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a
beber leche y no vianda, porque aún no erais capaces ni sois capaces todavía,
porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y
disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno;
Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro:
Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?”.
Con este capítulo entramos en un área mucho más
práctica. El apóstol no habla de dos tipos de cristianos, uno carnal y otro
espiritual, sino de un mismo cristiano. Un cristiano detenido y que no
progresa, no avanza. Un cristiano criticón y protestón, inconforme con los
demás menos consigo mismo. ¡Oh cuánto hemos enseñado en esta iglesia!
¿Estaremos viviendo lo que hemos aprendido? ¿Nos hará falta aprender algo más?
¿Le hará falta a alguien conocer tanto como un apóstol si vive como un Judas? ¿Para
qué sirven los estudios de la Biblia, los que tenemos entre semana, los
domingos y los cursos especiales? Los corintios se quejaban mucho del apóstol
porque no les había enseñado más. Se quejaban de que el curso que les dio
estaba incompleto. ¡Pobre Pablo, cuánto tuvo que soportar de sus propios hijos
espirituales!
¿Cómo fue la predicación del apóstol entre ellos? Ya
vimos que le acusaban de simple y sin profundidad mundana. Él se rebela y les
alega que ha enseñado estrictamente lo que el Espíritu le enseñó, sabiduría
celestial. Pero va más, la acusación no parece provenir solamente de los
doctores intrusos sino de la propia iglesia o al menos de varios de sus
miembros. ¿Y qué posición toma? Colocárseles al frente y hablarles a ellos
mismos. Como si les dijera en osada denuncia: “Y ustedes, ¿quiénes creen que
son? ¿Se quejan también que debí ser más profundo en mis enseñanzas? Pues sepan
que si fui sencillo, si os enseñé con leche y no con vianda la culpa es vuestra
por ser tan carnales”. Luego tendrá que demostrárselo porque como se tenían en
tan alta estima les hubiera parecido injusta la calificación.
Ese argumento es interesante porque aleja la crítica
que algunas veces la iglesia hace del ministerio que le atiende para ponerla
sobre sus espaldas, que si no saca más provecho de lo que oye o si le encuentra
tantas faltas es por ella misma y no porque su siervo tenga tantas
imperfecciones. Es auténtico que algunas veces la congregación deplora la
superficialidad de las enseñanzas de su maestro con razón porque el señor ese
no estudia, no medita, no tiene interés en que los lomos del entendimiento de
su auditorio sean ceñidos y ni siquiera ora para sean alumbrados. Pero en otros
casos, no como en el de Pablo. El ministro les enseña constantemente pero a ellos
les aprovecha bien poco. Si el ministro no tiene tiempo para ocuparse en la
lectura y no medita en la ley de Jehová de día y de noche y no saca de ello su
delicia, todo lo que hace, por muy laborioso que sea, no prosperará. El salmo
uno es un gran modelo para maestros y predicadores. Aunque lo que ellos
llamaron “leche” era muy bueno, era mucho más sólido de lo que ellos
imaginaban. Aquel maná no era ningún “pan liviano” sino comida de nobles. Pero
ellos no supieron apreciarlo y se mostraron con amarga ingratitud muy hostiles.
Hay algo también excelente, que el apóstol renunció
a profundizar mucho su enseñanza porque los elementos que les suministró no
estaban siendo vividos. A pesar de que les había dicho: “Hermanos, tenemos
que estar unidos, no nos fajemos como perros y gatos, las divisiones no
permitirán que la iglesia progrese en evangelización porque tendremos que
gastar todo el tiempo reconciliándonos y reponiéndonos de enfermedades
intestinas. Si ustedes siguen formando partidos y grupos y estando los unos
contra los otros, los pobres contra los ricos, los cultos contra los incultos,
las mujeres contra los hombres, los viejos contra los jóvenes, la iglesia
desaparecerá porque un reino no puede estar dividido contra sí mismo”. No valía
la pena que siguiera profundizando más, enseñándoles cosas nuevas, celestiales
si lo que ya habían aprendido no lo ponían en práctica.
La revelación nos la da Dios para ser vivida. La
sabiduría en misterio la revela el Señor para que vivamos en este siglo
conforme a su voluntad. Dios no nos instruye por instruirnos. Su intención no
es hacernos doctores sino santos. Nos da más conocimientos si eso agranda
nuestra experiencia cristiana. Su garantía para enseñarnos más no es que ya
hayamos aprendido algo sino que lo estemos viviendo. El Espíritu se detiene al
enseñarnos algo distinto si lo anterior es pasado por alto en el diario vivir.
Conocer y hacer van juntos. Lo que Dios nos enseña es para transformar nuestras
vidas.
Pablo les había dicho: “No haya entre vosotros celos.
No se envidien los unos a los otros. No codicien lo que es de otro. La envidia
y los celos son feos y no es cosa de hermanos, es falta de amor”. Pero ellos
seguían envidiándose los unos a los otros, lo que poseían de este mundo y los
dones de la gracia. Hermanos, no estamos capacitados para adentrarnos más en
los misterios de la providencia, la predestinación, la naturaleza de Dios, de
los ángeles, la resurrección de los justos, el juicio venidero, si no somos
espirituales.
Un cristiano que no vive los rudimentos morales de
la doctrina de Cristo es un cristiano carnal que es lo mismo que un niño en
Cristo aunque ya hayan pasado años desde que se convirtió a la fe. Un cristiano
espiritual es el que pone en práctica las enseñanzas espirituales. Puede, ya que
tiene el Nuevo Testamento consigo, o porque asiste a alguna escuela
religiosa, puede saber muchas cosas más,
documentarse y recibir diplomas de graduación, pero si lo que aprende no lo
practica será un cristiano carnal. Eso era lo que Pablo no quería, que su
iglesia que era su escuela de teología, graduase en profundidades espirituales
a hermanos y hermanas que no ponían en práctica sus enseñanzas. ¿Con qué
propósito un hermano podrá apetecer conocer más si no tiene interés de
practicar lo que aprende? ¿No será peor para él porque en el juicio más se le
demandará?
Carnal no es precisamente el que ande con
sensualidades sino todo aquel que se comporta como hombre (v.3), quiero decir como hombre natural que no
tiene el Espíritu de Dios, como inconverso. ¿Qué es cosa de “hombre”, envidiar,
estar al lado de un hermano y contra otro? ¿Ensalzar a uno y desestimar al
otro? ¿Procurar quitar a uno de su sitio para ponerse en su lugar o colocar a
otro con quién se tienen más simpatías? ¿Mentir, chismear, fornicar, hurtar,
odiar? Pues si eso es lo que califica a un ser humano como “hombre” porque es
algo propio de la naturaleza humana, los cristianos no somos “hombres” o
“mujeres” en ese sentido. Un cristiano es más que hombre, más que mujer. Ser
como Cristo es ser más que eso. Un santo es alguien que no es de este mundo,
sino del venidero.
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