Cortarse una parte de la mente y la mitad del corazón
ROMANOS 13:11-14
“Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora
de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de
nosotros que cuando creímos. La noche
está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las
tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de
día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni
en peleas y envidia. Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis
provisión para satisfacer los malos deseos de la carne”.
Este texto es
para prepararse para la segunda venida de Cristo. Nota primero a quiénes
tiene en mente el apóstol. Se dirige especialmente a los que no están bien
preparados y están como dormidos, atrasados en la santificación espiritual. A
los que han sido “llamados a ser
santos” (1:7), pero no han terminado de desempolvarse del mundo, no
están bien lavados y retienen prácticas mundanas, están en la fe pero no están
luchando como deben para santificarse. Están esperando a Cristo, pero no parece
que hayan relacionado la fe en él con la calidad de vida evangélica.
El apóstol hace un llamado a la santidad de la
iglesia, en especial aquella porción de ella que parece no preocupada por su
santidad personal y les dice, “hermanos, vestíos del Señor Jesucristo y no
proveáis para los deseos carnales, el tiempo del retorno se halla cerca, muy
próximo y puede ser que los tome desprevenidos” (v.14). No tiene que ver con el
testimonio de la iglesia sino con una expectativa escatológica, con la
salvación eterna; quiero decir, que no escribe para que se porten bien por
causa del evangelio sino por causa de la salvación. Es una cosa muy triste
estar esperando a Cristo, confiados en que serán aceptados y sin embargo no
estar preparados para ese momento porque para tal ocasión hay que esperarlo vestidos
como él era.
No son “pecadillos” los que menciona sino aquellos
que verdaderamente ponen en peligro la salvación o la cuestionan firmemente,
“glotonerías, lujurias, lascivias, borracheras, peleas y envidias”. No son los
únicos pecados graves que existen sino aquellos que posiblemente eran comunes
en cualquiera iglesia gentil que no terminaba de abandonar las costumbres de la
sociedad. Un mal de la iglesia es ése, que se parezca al mundo que le rodea,
que sus miembros contemporicen y cometan los mismos pecados de los inconversos;
¿qué podrá hacer entonces por la salvación de los de afuera? Pablo piensa que no están bien preparados
para recibir al Señor en el aire. Tú no lees que Cristo anduviera en
borracheras, orgías, envidias, etc.
La santidad es el resultado de un rudo combate. Me
parece que el apóstol está pensando en las luchas en la vida porque
aunque dice “vestíos del Señor Jesucristo” lo cual es un acto pasivo y que
pudiera dar a entender que se refiere a alguien que piensa asistir a una boda y
debe ir vestido como tal (Mt.22:12), no piensa el apóstol en recibir al
“esposo” sino al Señor. Así, simplemente. La idea del apóstol es esperarlo
combatiendo, puesto que habla de “armas de luz” (v.12).
Cada creyente que espera a Cristo tiene que combatir
esas cosas que hay en el mundo y combatirlas en sí mismo para no practicarlas,
para deshacerse de ellas, lo cual es más difícil. Este precepto “médico cura a otros”
es más fácil de cumplir que “médico cúrate a ti mismo”; dirigir la
espada de dos filos contra su corazón no contra alguien más, cortarse un dedo,
un ojo, un pie, una parte de la mente o
la mitad del corazón, es una cirugía dolorosa y se sangra mucho y duele hasta
el alma. Aplicarse repetidamente el bisturí lo hacen sólo aquellos que quieren
ser fieles y santos.
El evangelio había llegado en todas partes a esa
clase de gente, como en la isla de Creta, y los llamaba a una transformación
(Coordina ambos textos, Ro.12:2 y Tit.1:12,13). Les está pidiendo que continúen
su conversión a Cristo, que no se detengan. ¿Habías pensado tú en eso, en una
larga, larguísima conversión que dure toda la vida? Usa las “armas de luz” que
tienes para luchar contra el pecado para dejar de ser glotón, ocioso, borracho,
envidioso, lujurioso, lascivo y peleón. En relación a eso, el apóstol les está
pidiendo que continúen salvándose, que hagan un esfuerzo en la gracia
para dejar esos vicios.
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