Predicación de un extraño judío que no modernizaba sus sermones
Lucas 3:1-20
(Mt. 3:1-12; Mr. 1:1-8; Jn. 1:19-28)
1 En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, 2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, 4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.5 Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; 6 y verá toda carne la salvación de Dios. 7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? 11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. 12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? 13 Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. 14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario. 15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, 16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. 18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo. 19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,20sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.
Usted puede escoger entre pensar que Juan era un profeta, un apóstol y un evangelista, y tenerlo como modelo en uno de esos oficios divinos. En el v. 18 se dice que Juan evangelizaba a las multitudes, y se le llama "buenas nuevas" a una predicación con contenido profético y un llamamiento al arrepentimiento, como se menciona en el v. 3; y de cierto esta es la definición más apropiada como modelo profético puesto que la propia Palabra compara su mensaje al del profeta Isaías y dice que en Juan tuvo su cumplimiento (vv. 4-6).
Si esta clase de mensaje fuera predicada en una iglesia, el próximo domingo vendrían pocos a oírles, sin embargo ese resultado negativo no fue el que él cosechó, todo lo contrario, los publicanos sin sentirse ofendidos y más bien arrepentidos y temerosos de la "ira venidera" (v. 7), se llegaron hasta él y les preguntaron cómo podrían evitar que el hacha del juicio de Dios los cortara de raíz y en pedazos y los echara a arder en el fuego que nunca se apaga, y Juan les respondió que se dejaran de abusos al cobrar los impuestos y les pidieran a la gente que solamente pagaran lo que tenían que pagar y no más (vv. 9, 12,13), y después de eso habiendo prometido hacerlo les preguntaron si podían entrar al agua para que los bautizara y completar así la señal de arrepentimiento y hacer un pacto con Dios, y Juan les dijo que sí y se metieron todos en el agua y uno a uno fue siendo bautizado y salían de ella pidiendo perdón por sus pecados (v. 3).
Como el número de bautismos de publicanos había aumentado, incluyendo los más abusadores, algunos soldados del regimiento también fueron tocados por esa predicación y con más temor a Dios que a la muerte en batalla se acercaron también al río y les preguntaron al profeta si quería bautizarlos a ellos, y Juan les respondió que la condición era que desde ese momento en adelante no extorsionaran a nadie, dejaran de calumniar para sacar provecho y estuvieran contentos con el dinero que se les pagaba por el servicio militar (v. 14).
Y estos son sólo una muestra del impacto social que estaba teniendo aquella predicación profética en medio de una sociedad corrupta y de un ejército depravado; aunque la influencia espiritual sobre toda la población era mayor, y gente de toda clase les hacía la misma pregunta qué tenían que hacer para que el hacha de Dios y el fuego inextinguible no los consumiera, y el profeta en nombre de Dios continuaba con su mensaje espiritual y pidiendo la rendición de frutos sociales diciéndoles que atendieran a los pobres y compartieron con ellos las bendiciones de Dios que habían recibido (v. 11).
Y los que aceptaban dejar de vivir egoístamente y sólo para sí mismos, entraban al agua y recibían el bautismo, los otros que nada más que se gloriaban en la herencia étnica en relación con Abraham, Juan les advertía sin contemplaciones lo que les esperaba por esa vana confianza en la sangre de un judío que fue mil veces mejor que ellos, y que de cuya conducta lo habían aprendido nada (v. 8), y a estos engreídos en su tradición fue a quienes con más lenguaje cáustico castigó diciéndoles que estaban más endurecidos que las piedras y que Dios podría levantar mejores personas de ellas que lo que ellos eran, una generación de víboras que deseaban bautizarse sin hacer una conexión de fe y práctica como el padre de todos ellos (vv. 7, 8).
La fama de este profeta crecía vertiginosamente y ya todo el pueblo de Israel contento de que Dios les hubiera enviado un profeta al estilo de Elías, empezó a pensar que tal vez ese extraño predicador que habitaba en el desierto era el mesías con que cada noche soñaban, y al amanecer fueron a preguntarles si podían considerarlo el Mesías, a lo que el humilde hombre rechazó de inmediato el título y aprovechando la ocasión antes de que se fueran les dijo que tenían muy cerca ya la venida del Mesías, pero que no era él, y que si llegaron a pensar por la bendición que Dios derramaba sobre su ministerio que de él se trataba, tenían cerca el bendecido Mesías, un predicador mucho mejor que él, con más unción, que no bautizaría a nadie en agua (Jn. 4:2), pero sí con el Espíritu Santo, de modo que los resultados de sus predicaciones serían muchísimo mejores que los suyos puesto que serían más perfectos y durables, y que por ende si él llegaba a compararse con ese ilustre personaje que pronto aparecería, se sentiría más bajo que un criado que ata y desata la correa del calzado de su amo (vv. 15-17), y les aconsejó que tuvieran mucho cuidado como lo oían y lo recibían porque si bien era capaz de crear una sociedad superior al Israel según la carne, por otro lado oponérsele significaría la ruina completa y que él los condenara a que se quemaran como paja en un fuego perenne.
Y todo este evangelio profético, asegura Lucas que existió en Israel, para que en el futuro nadie dudara que había llegado hasta ellos el último profeta antes del Mesías, y para eso remite a su amigo Teófilo a la historia y da los nombres de otros "excelentísimos" como él mismo, y que bien conocía de quiénes se trataba, Tiberio César, Poncio Pilato, Herodes y Lisanias, y la localización geográfica de ellos, Judea, Iturea, Galilea, Traconite, Abilinia (vv. 1-2, 19).
A quien último llegó el mensaje de esta buena nueva, fue a Herodes el tetrarca a quien no vaciló en dirigirle un sermón ético y pedirle que deshiciera esa relación fornicaria con su cuñada, y si quería ser bautizado, unirse a los santos, tenía que hacerlo, y de lo contrario el fuego del juicio de Dios también lo alcanzaría a él en su palacio y lo quemaría en sus alturas igual que a los demás. Oyendo eso la cuñada, no temerosa del juicio de Dios lo convenció que nada le habría de pasar y que no tenían por qué hacer algún cambio moral por los sermones y consejos de ese extraño judío que no se modernizaba ni en sermones ni en vestuario. Y el monarca seducido por sus placeres le hizo caso y metió a Juan en la cárcel (vv. 18, 19).
Humberto:
ResponderEliminarEn el v. 18 se dice que Juan evangelizaba a las multitudes, y se le llama "buenas nuevas" a una predicación con contenido profético y un llamamiento al arrepentimiento,
Cierto, el arrepentimiento sincero es inherente al Evangelio.
No sé si te lo he explicado, pero en uno de mis encuentros con testigos de Jehová, seguí los consejos de Paul Washer, y les pregunté, si ellos predicaban el Evangelio.
La pareja asintió mecánicamente.
Tras preguntarles qué era el Evangelio, contestaron que El Evangelio es el Reino... el Reino de Dios, con Jesús.
El Evangelio es el Reino?
Volvieron a asentir no menos teatralmente.
Entonces les pedí que leyeran 1 Corintios 15,
1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;
2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
El Evangelio es la Buena Nueva del perdón de pecados por fe en la sangre de Jesús, les dije.
Sí claro... el perdón de pecados, me dijeron.
Pero les he preguntado más de una vez y ustedes no han mencionado en momento alguno ni el perdón de pecados, ni la resurrección del Señor, contesté.
Entonces, ignorando sus excusas, les pedí que leyeran Gálatas 1:8-9,
8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
Tengan cuidado con lo que predican, pues es evidente que ustedes predican un Evangelio diferente.
Más excusas, réplicas y caras de incomodidad...
Antes de marcharse les dije, Pregúntenle a su anciano, por qué no predican sobre el perdón de pecados, y sí sobre un reino, en clara contradicción con la Palabra.
Me dan mucha penita los testigos, pues suelen ser muy buenas personas...
Humberto:
no bautizaría a nadie en agua (Jn. 4:2), pero sí con el Espíritu Santo,
[...]
por otro lado oponérsele significaría la ruina completa y que él los condenara a que se quemaran como paja en un fuego perenne.
Exacto,
1 El Espíritu de YHWH el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
2 a proclamar el año de la buena voluntad de YHWH, y el día de venganza del Dios nuestro;
Isaías 61
Blessings!
:]
Renton, te felicito por tu kilométrica paciencia al dejar entrar a tu casa a esos des-gracia-dos (como dices tú); son tercos, están mentalmente programados, son fanáticos impertinentes, inoportunos y para la fe, dañinos. Andan por todos los países y recorren el mundo entero para hacer un prosélito y “después lo hacen dos veces más hijo del infierno” que ellos. Ninguno de ellos es regenerado por el Espíritu Santo a quien tienen como “la fuerza activa de Dios” y no como una Persona, dejan a sus hijos anémicos morir sin transfusiones y no cumplen con la ley civil. ¡Pesados!
ResponderEliminarOh, nono, no les tengo antipatía.
ResponderEliminarEs mas, le pido a Dios que los ponga en mi camino, pues les veo como víctimas, no como verdugos.
Blessings!
:]
Renton, tienes un corazón más lleno de misericordias divinas que el mío.
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