La Reconstrucción de la iglesia (II)


Segunda Parte

I. La reconstrucción de la iglesia contempla traer a las congregaciones el espíritu de la Biblia. En el cual no hay mucha diferencia con el Espíritu Santo.


De sobra se sabe el rol de la Biblia que puesta al alcance de todos tuvo en la Reforma del siglo XVI, y como a los hombres en las cantinas de Wittenberg se les veía con un NT en el bolsillo. Su líder, Lutero, había declarado públicamente: “Soy un esclavo de la palabra de Dios”. Carlos V, el emperador del llamado “Santo Imperio Romano”, que defendía por razones políticas, el catolicismo, se enfureció y ordenó quemar todos los libros protestantes que hallaran. Los de Lutero, Zwinglio y Calvino principalmente.


Pero si usted lee los libros de esos hombres, por supuesto que halla en ellos conocimientos pero dentro de sus páginas estalla el espíritu cristiano y la devoción a Dios con que hablaban. Lutero cuando oraba, y sus obras transmiten su devoción, impresionaba porque parecía un hijo hablándole a su Padre. Los comentarios de Calvino están llenos de oraciones. A Martín Bucero la unidad de la Reforma en Suiza, Alemania y Francia debieron mucho y se envejeció de modo galopante sirviendo al Señor. Todos estos hombres amaban apasionadamente las doctrinas de la Gracia y las transpiraban en sus gestiones por Cristo, y según su personalidad. Cada uno era como se dice de Juan el bautista, “antorcha que ardía en lugar oscuro”.


Dondequiera que iban transportaban con ellos el espíritu de la Biblia y sus biografías y comentarios hasta el día de hoy son edificantes. A los pocos minutos de estar leyéndolos uno siente nutrido su pensamiento y el corazón en ascuas. No solo instruyen, como quiso Bucero, sino que también edifiquen. Compartían el alma con el pueblo y lo que sabían lo elaboraban para beneficio de la iglesia. Jamás alguno de estos reformadores fue un predicador árido. Ensenaban las doctrinas mostrando todas sus bellezas en la aplicación. Y contendían por ellas pero no como los apologistas de hoy que echan fuego pero no inspiran. Convencen pero no edifican. Matan al enemigo pero luego uno no siente simpatías por el héroe.


Aquella forma de enseñar edificando no caduca con el tiempo y pasa sin dificultad las fronteras de siglo en siglo. Peleaban, pero como diría Spurgeon y antes Nehemías, “con la espada y con la trulla”. Mientras más del espíritu de la Biblia contengan nuestras enseñanzas más perdurables son. Muy rara vez se hallan en los sermones y comentarios de aquellos hombres alguna anécdota del tiempo o la cita de algún hombre. Todo el material de sus exposiciones para la iglesia era bíblico y se dispersaban las reuniones lleno cada cual de la Palabra de Dios y no comentando sobre personajes y sucesos de actualidad. Y menos, muertos de risa. Las citas de los padres de la iglesia, griegos o latinos podían hallarlas los pastores y doctores en sus obras de estudio no en aquello que llegaba al corazón de la iglesia. Como Cristo, amaban la iglesia y se entregaban a sí mismos por ella. Todos ellos murieron prematuramente, excepto Lutero.


El espíritu de la Biblia es lo más delicioso que puede soplar sobre una reunión. Jamás el Espíritu Santo es fastidioso o aburrido. Te puedo asegurar que la Biblia nunca es un libro aburrido. Tiene historias, profecías, parábolas, cánticos, etc.; y tan pronto como uno la mira ella te clava los ojos, uno la toma en la mano y ella te agarra por el corazón; y es tan hermosa e interesante que no te deja caminar, apenas se puede avanzar en la lectura por la locuacidad de sus textos, los cuales todos quieren hablar y decirte algo, siempre que uno por cortesía y amor le preste un poco de atención. Las palabras saltan ante los ojos reclamando que le hagáis caso e inmediatamente abren sus tesoros y nos enseñan oro, incienso y mirra. Todas tienen alguna aplicación dentro de la vida cristiana y en el sistema de doctrina que en conjunto hemos adoptado, y todas sus palabras parecen hermanas unas de las otras y lo que no acaba de decir completo una la otra lo continúa hasta que llenan el versículo. Y el conjunto de varios forman un pasaje increíblemente interesante y que pudiera con entusiasmo ser proclamado desde las almenas del templo.


Si uno lee la Biblia como cristiano, como predicador, como esposo, padre, y en mi noble caso, como abuelo, no le cabe dentro del corazón todo lo que ella dice para cada papel que hemos asumido. Ella cuenta sus historias a los niños, a los jóvenes solteros, a los casados, a los maridos y las madres, a los que están lejos del cielo y a los que se aproximan. No la escribió un solo hombre y no la pudo haber inventado un hombre, sin embargo nos habla con lenguaje humano exudando el divino, en hebreo o arameo, en griego, inglés o español. Es el mundo y ámbito del Espíritu Santo y uno lo halla dondequiera que la hojee.


Estoy de acuerdo con los profetas que dijeron que Jehová les ordenó que la Palabra divina la hicieran un rollo y se lo comieran. Yo de cierto me la comería, y lo hago con mucho gusto cada día. Como el antiguo maná, coso su contenido, lo muelo en molino y la majo en mortero. Hago tortas, panes, y camino fortalecido con su comida por cuarenta días y cuarenta noches. Yo sé por lo que ella me da, que Dios ha puesto eternidad en mi corazón. La vida eterna existe porque siento que recibo eternidad, me saca del tiempo y tengo la sensación de volar hasta el paraíso y oír palabras inefables, como si escuchara a los ángeles y a los espíritus de los justos hechos perfectos.


¿No podemos transmitir esas sensaciones cuando predicamos? ¿No pueden sentir los hermanos que nos ha hablado Dios? ¿No podrán subir en éxtasis con nosotros al cielo en ese carro de fuego? No me digan que es un libro aburrido porque no lo creo. La restauración de la iglesia vendrá juntamente con el regreso vivo y poderoso al Espíritu que inspiró sus páginas. No en notas musicales sino en arduo trabajo bíblico por medio de mujeres y hombres apegados a sus páginas día y noche como el varón del salmo uno, o tejiendo una doctrina con otra como la dama virtuosa de Proverbios hilo con hilo, y cuya lámpara no se apagó ni una noche. La esperanza de reconstrucción de la iglesia no está en el espurio pragmatismo secular ni en los desesperados e ingeniosos métodos de entretenimientos, pasatiempos y bobos engaños, sino en el espíritu bíblico de Jehová, el Espíritu bíblico de “Soy el que Soy”.

Comentarios

  1. Esta es una de las series más hermosas, alentadoras,edificiantes, y a la vez confrontantes que he leído dentro de todos sus textos.

    Espero, con la ayuda de Dios, que estas partes se conviertan en capítulos, y esos capítulos se multipliquen como los panes y los peces hasta llegar a formar un libro. Sé que será de mucha bendición. Esa es mi oración.

    Dispuesto estoy a ayudarle en las correcciones, ya sean gramaticales o de puntuación siempre y cuando usted lo requiera. Debo poner al servicio lo que he aprendido jeje.

    Gracias por sus textos, querido pastor. A la distancia me ha edificado en gran manera.

    Dios le siga guiando y dando sabiduría, y muchos años más para Su gloria. Espero que, al igual que George Müller, Dios le conceda más fuerza y vigor en la medida que los años avanzan, así como lo hizo con Josué y Caleb.

    ResponderEliminar
  2. Reformado, eres muy bondadoso al ofrecerme tu ayuda en lo que escribo, y aliento, claro. Mis libros siempre han necesitado un editor, a pesar que yo los revise y revise. Sobre todo cuando escribo rápido, como en esa última entrada. Estoy trabajando en la confección de algunos libros, pero mayormente en mis notas a la Biblia. He dedicado alrededor de 10 años a hacerles notas a cada capítulo de la Biblia. Puedes abrirla dondequiera y poner el dedo encima que posiblemente a ese texto yo le he hecho comentarios. ¡Vaya vanidoso que soy! Ahora estoy revisando ese trabajo. Voy por 1 Crónicas. También estoy revisando mis exposiciones sobre “El Peregrino” de Bunyan. Y sobre todo eso, la implantación de una nueva iglesia hispana aquí en Virginia. Ora por mi nuevo grupo, por favor. Con muchos afectos,
    Humberto.

    ResponderEliminar
  3. Humberto:
    No me digan que es un libro aburrido porque no lo creo.

    Por muy triste que sea, y ciertamente lo es, para quien no tiene fe, la Biblia no es nada más que, mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá...

    Oraré por tu nuevo grupo de Virginia Humberto, para que lo que aprendan de la Palabra no sea para ellos mandamiento tras mandamiento, ni mandato sobre mandato...!

    :D

    ResponderEliminar
  4. Sí, Renton, yo quisiera eso, que recibieran la palabra, “según es verdad, como palabra de Dios”. El evangelio contiene su ética y no se debe predicar sicológicamente sin ella, pero no es sólo ética y moral, “mandamiento y más mandamientos, prohibiciones y más prohibiciones, castigos y más castigos, amenazas y más amenazas”. Dice Juan que en él, Moisés y el Cordero cantan juntos. El evangelio es la esencia de la Ley. Creo que eso lo dijo Calvino. Es gracia, es fe, es esperanza, y todo eso se desprende en amor de la persona de JC. Pablo dijo “sed imitadores de mí como yo de Cristo”. No somos salvos por la imitación de Cristo (suena eso a Thomas Kempis) pero se vive el cristianismo imitándolo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Neginot y Seminit

El altar de tierra