Una casa en el cielo
Amós 3.15
“Y muchas casas serán arruinadas”.
Dios tiene que arruinar esas preciosas viviendas llenas de pecado, antros de disipación y lujuria; romper la vida muelle de esos ricos con casas suntuosas, artesonadas (Hag 1.4) que habían hecho sus fortunas con el salario de los pobres a los cuales no habían pagado (Sgo 5.4), mansiones llenas de despojos y rapiñas (v.10).
¿De qué sirve tener esas comodidades en la tierra si no se tiene un lugar en la casa de mi Padre? (Jn 14.2,3). Oh Dios, me importa más una “casa” allá que miles aquí, ¿no son ellas más hermosas?, porque espero tener junto a ti una casa de esperanza, una casa espiritual, una casa eterna; y que ésa que comienza a construirse aquí, edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas no sea por el pecado arruinada.
¿He dicho “casa”? ¿No habrá cielos nuevos y tierra nueva? ¿No será esta tierra purificada con fuego y hecha nueva? Es un mundo inimaginable. ¿Nos hará falta una casa cuando estemos en Dios? No puede ser, los santos no tienen necesidad de techos y paredes en el cielo, no hay allá ciudades, calles, ni árboles sembrados junto a los ríos. Esas son sólo representaciones del cielo, una forma poética y humana de concebir un nuevo mundo.
Jesús no dijo que iba como algún arquitecto a fabricar casas en el firmamento, sino a preparar lugar. Es cierto que dijo “en la casa de mi Padre muchas moradas hay”, pero la idea no es de una construcción material o de un sitio aislado, sino de una sola habitación, un lugar único donde habita una sola familia, un solo pueblo; y allí hay espacio para todos. Si allí no hay templo tampoco hacen faltas casas, torres y techos y ni siquiera calles de oro macizo porque no les harán falta andar a los que pueden volar como ángeles con las alas de la imaginación y los sueños hechos realidades, y saltar “de gloria en gloria” sobre las notas musicales de sus alabanzas.
No necesitaré de casas porque mi espíritu y cuerpo serán transformados y ello será en mí mismo una habitación celestial (2 Co 5.1-5). Estaremos así para siempre con el Señor, participando “de la naturaleza divina”, reflejando en el rostro, como Jesús, la gloria de Dios, y revestidos con la inmaculada ropa blanca de la justificación por gracia, tan blanca como ningún lavador en la tierra la puede hacer y sin necesidad de joyas ni adornos porque las virtudes de Dios de las cuales las esmeraldas, perlas y diamantes son bellos símiles, formarán nuestro cuerpo, espíritu, y su gloria misma.
¡Que hermoso post! Como siempre, vengo a este abrevadero a beber de las aguas, y ahora me encuentro con estas preciosas promesas. Algo que siempre me conmueve hasta las lágrimas, es cuando leo que Él quiere que donde Él esté ¡nosotros también estemos ahí! Qué versículo tan inspirador para mí, y también la esperanza de una morada.
ResponderEliminarGracias hermano. El Señor siga siendo su inspiración para seguir adelante con estos hermosos posts, aunque no siempre pueda venir.
Un abrazo fraterno.
Gracias a Dios, Isa, que algo de lo que escribo contribuye a tu bendición espiritual. Gracias por tu visita.
ResponderEliminarPastor, me pregunto ¿qué hizo que Dios planificara algo tan bello para estas pobres creaturas débiles y blasfemas?
ResponderEliminarLo encuentro en la Biblia, pero aún no lo entiendo: "El puro afecto de Su voluntad"
Que grandioso serán esos días en la eternidad, gozándonos en la revelación constante de su hermosa Gloria!
Saludos desde Chile
Elunicodiosverdadero, yo sé que Dios quiso crearnos y lo que movió el decreto de creación fue su amor, lo mismo que el decreto de elección, predestinación, fe, arrepentimiento, perseverancia, etc. No obstante, todo es un misterio fascinante, bello y adorable. La eternización de nuestros cuerpos es inimaginable. Me basta, todo eso es mío y tuyo, y de los demás. Gracias por ese saludo chileno.
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