Un Fariseo en Wall Street



Supón que pudiéramos sacar del Hades y traer desde el primer siglo a uno de aquellos fariseos que conquistaron a Judas con dinero y mataron a Jesús por envidia. Aquellos hombres eran símbolos de la piedad en los días de Jesús, sin embargo lo llevaron al Gólgota. Fueron ellos. ¿Gente innoble, perversa, delincuentes, mafiosos? Nada de eso. Eran los mejores hombres de su tiempo. Los diezmadores. Los evangelistas (proselitistas). Doctrinalmente puros, al menos creían muchas cosas con Jesús y Pablo. Celosamente ciegos, fanáticos si quieres, cargados con hipocresías, pero celosos por Dios. No fueron las rameras y publicanos los que mataron a Jesús, fue lo mejorcito de aquellos tiempos. Imagina aquellos hombres andando por una de las actuales calles de Jerusalén, Nueva York o South Beach, mirando aunque sea de reojo todo el panorama a que nos han obligado hoy, u hojeando alguna de esas revistas que hacen sonrojarse a cualquiera que le quede un poco de vergüenza en su cara, o mirando hombres con hombres dados de la mano y besándose en una esquina junto a Starbuck. Aquellos homicidas no podrían resistir, sin llorar, esas escenas, a menos que se consideraran muertos y puestos en los infiernos.

Esto que sigue es un trozo del libro Passion, escrito por Karl. A. Colson.

“... lo que emerge de una cuidadosa lectura del N. T. es que la impiedad que mató a Cristo, que el terrible odio que levantó sus manos contra el ungido del Señor fue la impiedad y el odio de gente buena, verdaderamente gente muy buena.
“No cuesta trabajo recordar que los líderes que dirigieron el levantamiento contra Cristo eran judíos puritanos, el partido de los fariseos, cuyo celo por la aplicación de la ley hasta las cosas más pequeñas de la vida diaria estaba inspirado por los más altos ideales de pureza y de la más inconmovible devoción a Dios. Tenían la convicción que una nación en la cual Dios es honrado en todas las pequeñeces de la vida sería bendecida aún en una lucha que levante contra el poder de Roma. Para ellos ser piadoso y escrupuloso era lo mismo que ser patriótico; la salvación de ellos y la salvación de su tierra vivían y morían juntas.
“El fácil hacerse una opinión sobre esta clase de bondad. Los fariseos diezmaban la menta y el comino y olvidaban asuntos más importantes con respecto a la ley de Dios; los fariseos alargaban sus filacterias y hacían largas oraciones; los fariseos guardaban el sábado y eran muy escrupulosos en cuanto a cualquier violación aunque fuera muy pequeña en este día santo: contaban los pasos, los ojos no debían vagar de un lugar a otro, el estómago debía estar eminentemente vacío; los fariseos leían y leían, oraban y oraban, oraban y se lamentaban por la salvación de esa pequeña porción de tierra, de rocas sucias y arenas ennegrecidas por el agua.. Cualquiera grande hubiera podido reírse de ellos, tal como Pecksniff, Ananias Wholesome, Jonson y el gran Shakespeare. Verdaderamente parece risible.
“Pero antes que nos riéramos ante esta clase de piedad debiéramos compararlo con nuestro tiempo. O también más atrás. Coloca a un fariseo en una de las calles de la corrupta Corinto del primer siglo, transitada por mujeres lujuriosas y ávidas de deseos. Coloca a un hombre de éstos, rígido por el cumplimiento de la ley en medio de aquel ambiente afeminado, en una multitud de chulos y enamorados de la desnudez, de la descarada voluptuosidad, gente con ardientes pasiones, que huela sus finos perfumes, sus afrodisíacos frascos y analgésicos vinos.
“Coloca a ese fariseo junto apóstol en las concurridas calles de Atenas rodeado por miles de ídolos mudos, esculpidos, fundidos y labrados. Deja que ese fariseo mire con sus ojos semíticos las obscenas representaciones que se le arrojan a la vista. Permite que vea todas inmundicias que pululan por las calles de una ciudad cualquiera del mundo griego o romano, llena de decaídos seres humanos, pobres mendicantes y gente envilecida. Deja ese fariseo pensar mientras palpa toda esas cosas, déjale un momento para que piense en el inefable Nombre de Dios, el Creador de los confines de la tierra y fíjate si no se enardece su espíritu o decae su semblante. Tal vez lo oyes sollozar. Sería fácil juzgar la moralidad de los fariseos hasta que tengamos la oportunidad de imaginar a uno de ellos en nuestro tiempo, viendo y palpando lo que nosotros vemos y palpamos. Imagina un fariseo de aquellos, en Hollywood,o uno de aquellos hombres santos caminando por Wall Street, o deja alguno que camine junto a ti por la calle principal o a la orilla de la espuma del mar de South Beach...”. (Passion, Karl A. Colsson, pags. 22-23).

¿Qué impacto tendría todo eso sobre su alma… y la nuestra? Y sin embargo Jesús dijo que si nuestra justicia no fuera mayor que la de los fariseos no entraríamos al reino de los cielos. ¿Cómo podemos imaginar ir al cielo donde está Dios si somos moralmente inferiores a ellos, en conducta y conciencia? ¿Cómo se sentiría un fariseo si fuera el huésped nocturno, por un solo día, en nuestro hogar y viera los programas favoritos nuestros, por el ejemplo el show de Fernando Hidalgo, La Cosa Nostra o el oscuro noticiero de Jaime Baily? ¿Pernoctaría con nosotros?

¿Qué pensaría de nosotros, los lectores de los pergaminos que ellos tan celosamente escribieron y conservaron, la Biblia? ¿Los herederos de Jesús Nazareno a quien él crucificó, los descendientes doctrinales de Saulo de Tarso? ¿Qué sentiría al oír que nuestras niñas en el santo sábado lo toman para bailar, beber y algo más en una discoteca nocturna? ¿No le daríamos náuseas? ¿Es nuestra justicia mayor que la de ese invitado fariseo? ¡Y cómo queremos ganar a los de Wall Street, a los de Hollywood y a los sensuales del Sur de Florida! Si nos aburren sus largas oraciones, si nos reímos de sus alargadas filacterias, si nos molestan sus quisquillosos escrúpulos y su supersticiosa dieta, ¿qué pensaría él de nuestra moral? ¿Son nuestros ojos más puros que los de él, nuestras manos con menos iras y contiendas, nuestros labios menos mentirosos, cuando nuestro corazón palpita con alegrías y se ríe con los chistes de Álvarez Guedes y no se llenan nuestros ojos como los de él, con lágrimas? Aquella gente era buena y mató a Jesús. Y si no alcanzamos a ser mejor que un fariseo, ¿qué haríamos con Jesús si lo tuviéramos como predicador en nuestro púlpito? ¿Qué harían los celosos diáconos? ¿Soportarían sus sermones y filípicas?

Comentarios

  1. Muy interesante post.Me puse a pensar, lo mismo que escribe hermano y me dije:¡ups!. Religiosamente, ellos son superiores a nosotros, PERO, nuestra única gracia, es que tenemos con nosotros la GRACIA de nuestro Señor Jesucristo.Por Él, soy lo que soy. Esto es lo único que me consuela, fortalece, anima.Muchas veces nos sentimos "superiores" a ellos, pero si hubiésemos estado ahí, en el tiempo de ellos, sin conocer nada de lo que sabemos, sino sólo viviendo el momento, quizá, hasta también nosotros nos hubiésemos contagiado dejado llevar por la envidia de ellos, queriendo quedar bien ¡sigh!.
    Definitivamente, siento que no soy superior, y en lo único en lo que me puedo gloriar, es en la cruz de Cristo y si puedo decir que soy "mejor", es sólo porque la sangre de Cristo cubre mis imperfecciones.
    Mucho para pensar y reflexionar.
    Que el Señor le continúe bendiciendo.

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  2. Isa. Gracias por tu sensible y muy cristiano comentario. Tienes toda la razon, lo que nos "distingue" es la gracia (1Co. 4:7. Yo tambien he pensado que si hubiera vivido en aquella epoca podria haber sido uno de ellos.

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  3. Hola... muchas gracias por visitar mi blog.. en realidad estuve un poco enfermo estos días por eso no pude ni tomar el Notebook pero bueno ya estoy mejor gracias a Dios! :D

    Que Dios le bendiga mucho y eso!! hasta luego :D

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