La Obra de Cristo y la Conciencia Cristiana

Hebreos 9:1-14 (LBLA)

Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y el santuario terrenal. [2] Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados; éste se llama el Lugar Santo. [3] Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, [4] el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto; [5] y sobre ella estaban los querubines de gloria que daban sombra al propiciatorio; pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle. [6] Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto; [7] pero en el segundo, sólo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia. [8] Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie; [9] lo cual es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto, [10] puesto que tienen que ver sólo con comidas y bebidas, y diversas abluciones y ordenanzas para el cuerpo, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. [11] Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, [12] y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. [13] Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, [14] ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

De un pasaje tan largo preciso es que entresaque lo más importante; sobre el inmobiliario del tabernáculo no hace falta que insista pues eso sería una tarea sobre el libro del Éxodo, y lo dejo para otra oportunidad. La textura de la porción escogida es cúltica, y presenta dos formas de adoración, una judeo-mosaica, y otra cristiana. Alrededor de las mismas están los adoradores, unos adentrándose en las sombras y otros en la luz.

Pero el aspecto más importante está en la conciencia con la cual cada uno adora. La conciencia es importante en la adoración, lo cual Jesús concentró en sus dos palabras “espíritu y verdad”. La palabra aparece dos veces en esta porción (vv. 9, 14); en el primero se mira que tiene que haber una perfección de conciencia y la forma de culto, y en el segundo una conciencia libre, limpia, y capacitada para hacer obras nuevas. En el pasaje no se trata de la insinceridad de ninguno de los adoradores, ambos son sinceros, tanto los que se aproximaban al tabernáculo de Moisés como los que se acercaban a Dios a través de Jesucristo; no se trata de cargo de conciencia sino de eficacia cúltica; en unos es incapaz la religión para darle al adorador lo que ella demanda, en otros el estar en Cristo, por medio de la fe, les da fuerza para vivir lo que se le pide.

Cristo, el autor de una nueva forma de culto. Importante es el hecho que se presente a Cristo como entrando en un perfecto tabernáculo (v.11) siendo él el sumo sacerdote; así que, inmediatamente seguimos al autor de Hebreos en su comparación entre el antiguo tabernáculo hecho de sombras y el real, el celestial, al cual Cristo entró cuando murió en la cruz como sumo sacerdote y como ofrenda, al mismo tiempo. La ascensión de Cristo al cielo permea todo el texto y da fuerza al argumento. El cielo es el lugar de donde bajaron las copias que hallamos en el tabernáculo y en el sistema levítico de adoración.

El argumento del autor del libro consiste en afirmar que el ritual del Antiguo Testamento era imperfecto y que tenía que ser “reformado” (v.10); y su imperfección consistía principalmente en su limitada eficacia espiritual puesto que no podía “hacer perfecto en cuanto a la conciencia” (v.9) a ninguno de los adoradores. La imperfección no se encontraba en la forma, ni en el significado, sino en el alcance que tenía dentro de la experiencia humana, dejando insatisfecho al creyente. Se precisaba una forma de culto que alcanzara los más lejanos ámbitos de la conciencia humana; el hombre era incapaz de aprehender con profundidad la gracia y el beneficio que su culto le ofrecía. Por causa del hombre, por su impotencia espiritual inherente, la forma del culto tenía que ser “enderezada” (gr.). No serviría un nuevo cambio de formas, porque el defecto no estaba en las sombras sino en el pecador, en el fondo del alma al cual no llegaban los rayos de aquella forma de adoración. Con Cristo empieza otra forma de culto no simbólica sino espiritual centrada principalmente en su obra en la cruz y en el corazón humano.

La ineficacia de la forma de adoración antigua no estribaría tanto en que dejase al pecador con una conciencia de culpa, de lo cual no hay evidencia en el Antiguo Testamento, sino que no lo potenciaba espiritualmente para obrar distinto y tenía que volver arrepentido para pedir perdón por las mismas faltas ya perdonadas. Supongo que ésta sea la razón por la cual el autor dice que aquella vieja forma de culto estaba enfocada en santificar la carne, no la conciencia (vv.10, 14); afectaba la conducta humana pero obraba como mandamiento-obediencia; en cambio en el nuevo sistema de adoración a través de Cristo la fórmula sería fe-obediencia. Así de ese modo nace el cristianismo como un poder espiritual para obrar lo recto y no como una religión donde se le obliga al hombre a cumplir requisitos, y se le pone en frente “comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne” (v.10). Quizás estaría de más decir que es un retroceso insistir dentro del cristianismo creado por Cristo, en comidas, bebidas y días especiales.

Dado que el sistema de adoración del Antiguo Testamento era cierto, Cristo no lo cancela como falso sino que lo cumple como sombra suya. Ya sabemos que el antiguo tabernáculo y su orden de culto fue sustituido por Cristo y su expiación y que él precisamente con su sangre y en persona se ofreció a Dios que habita en el lugar santísimo, en el cielo, dando por satisfecha la justicia divina; y además, suministrando el Espíritu Santo para la adoración, mediante el cual se ofreció a Dios como ofrenda perpetua por nuestros pecados, borrando con su sangre redentora las viejas y pecaminosas obras, obras de muerto (v.14), haciendo posible la vida cristiana.

Y una interpretación maravillosa, que el autor afirma que proviene del Espíritu Santo, es el libre acceso de todos los adoradores al lugar santísimo por medio de Cristo, quien abrió la puerta y el camino a Dios rompiendo el velo de separación que era su carne (vv.7, 8); haciendo posible que cada adorador por medio de una conciencia nueva, pueda acercarse sin la interferencia de mediadores humanos, al Dios vivo.

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