Una Familia Bienaventurada
Salmo 128
“Bienaventurado todo
aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo
de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien. Tu
mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así
será bendecido el hombre que teme a Jehová. Bendígate
Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos
los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos.
Paz sea sobre Israel”.
¿Te
has dado cuenta con qué insistencia la iglesia atiende los problemas de la
familia? Muchos son los programas que tratan sobre la familia; pero veo que a
duras penas los matrimonios que reciben cursos especiales se arreglan, con los
hijos se consiguen algunos éxitos, pero en sentido general por parte de ellos
el hogar sigue igual. Se quiere arreglar la familia con consejos familiares y
reglas de conducta. Se le pide a los esposos que tengan más “comunicación”, que
estén más tiempos juntos, que salgan solos o que modernicen con inventos un
nuevo sexo. Para los hijos se les dice que los saquen a pasear, que les
dediquen tiempo y sepan en qué andan. ¿Todo es bueno? Sí, sirve para zurcirlo, pero
no es suficiente.
Para tener un hogar bienaventurado (v.1) el
comienzo es el temor a Dios (v.1). Los esposos, los hijos, los abuelos, los
nietos, todos deben aprender a temer a Dios (Deu. 31:12,13, ver nota).
El temor de Dios no es una ética en sí, no es un reglamento, es más que eso; es
respeto, reverencia, miedo a pecar contra Dios. Se aprende por la
Escritura, oyen, aprenden, temen. La familia tiene que aprender de Dios, sobre
su justicia y como castiga el pecado, todas sus doctrinas al respecto; aprender
sobre el amor de Dios, como nos ama sin merecerlo y como no debemos traicionar
ese amor. Los atributos que definen a Dios, una admisión de él, su
omnisciencia, su omnipresencia, deben ser cosas que sepamos bien. Si hay temor
de Dios en una familia se conoce porque se practica, o como dice el
salmista: se anda en sus caminos. Esa es la ética, el comportamiento, dentro y
fuera de la casa, porque en cualquier parte ha aprendido como Agar, que Jehová es
el Viviente que me ve.
Otro aspecto que la familia tiene que añadir es el
concepto del trabajo, eso camina en el salmo seguido al temor a Dios,
principio de la sabiduría. Al trabajo hay que achacarle muchos males de la
familia moderna, en unas por exceso y en otras por defecto. No hay un balance.
En el hogar, hasta donde la edad y la salud lo permitan, todos deben trabajar.
Si se mira la holgazanería como un pecado, si no se permiten parásitos en el
hogar, si todos laboran por su construcción, muchas de las enfermedades que el
carácter sufre por la ociosidad, desaparecerán. El que no quiere trabajar,
pues, dice Pablo, tampoco coma. Pero el trabajo no debe suplantar a la religión
y al temor de Dios. El primer mandamiento no es trabajar seis días sino honrar
a Dios. Aun en el v.3, que es una estampa doméstica tan linda sobre la familia
puedes ver que el salmista usa símbolos provechosos, la vid, el olivo. El
hombre realmente bendecido por Dios es el que ha sido bendecido primero en su
familia y luego en su trabajo (v.4). Si la familia es bendecida, lo es la
ciudad, lo es todo Israel, la nación (vv.5,6).
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