Uso de Eben-ezer y Amén


1 SAMUEL 7: 12
Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová”.

“Eben-ezer”.  Esta palabra suele decirse al final de un recorrido espiritual, cuando algo se termina. Pero así no fue usada la primera vez. Samuel la utilizó empezando su ministerio, al comienzo de su carrera, cuando obtuvo su primer triunfo y el pueblo que añoraba a Dios saboreó después de muchos años, el triunfo. Quiso decir, “hemos empezado con la ayuda de Dios y debemos seguir con ella, cualquiera otra cosa puede prescindir menos eso; hagamos las cosas y que ella esté garantizada”. No es más bien una palabra para sellar un servicio sino cuando se está abriendo; eben-ezer cuando se escribe la letra alfa, y votar para que llegue hasta la omega; que los comienzos sean los del Espíritu Santo (Ga. 3: 3). Lo mismo ha sucedido con la utilización de la palabra amén, que por costumbre casi únicamente se coloca en la cola de algo, en su colofón, es como una tapa, una voz final, “así sea”, el cual es su último significado porque antes quiere decir “cierto” “verdad” (Deu. 27:24, 25; Neh. 8: 6; Sal. 106: 48), por eso Jesús dijo “de “amén”, de “amén” os digo”, y eso hay que decirlo no sólo al concluir un sermón sino también durante su desarrollo, no sólo al final de un culto sino en todo su desarrollo, sin que moleste al de al lado, no sólo al final de una oración sino en todo lo que se dice, que todo sea cierto y verdadero. Cuando casi mentalmente, silenciosamente como oraba Ana, que se muevan un poquito los labios para no perder el hilo de ella, y así se adora a Dios.

Volviendo al primer eben-ezer, si Samuel la usó cuando estaba viejo hubiera podido decir, “he servido al pueblo como he podido y como ellos me lo han permitido; han vivido políticamente fuera de la teocracia, pero yo he tratado que la teología llene la política, y las cosas aunque a Dios no le han gustado completamente ni a mí tampoco, y como estoy llegando al final de mis días puedo decir eben-ezer, hasta aquí nos ha ayudado Dios, a pesar de todo; no hubiera podido pedir más misericordias ni tener más oraciones respondidas que las que he tenido”. Y nosotros podemos decir lo mismo, hemos sido ayudados.
Entonces, siempre cabe un “hasta aquí me ayudó Dios” y la duda de que en el presente y en el futuro no venga con la fe esa ayuda, es ridícula y ofensiva. Una cosa que se empiece con Dios y se quiera continuar con su ayuda, ha de continuar, aunque se detenga y a veces retroceda, sean pocos, y la tarea sea más grande que nuestras vidas. Lo que no podemos hacer es excluir a Dios, criticarlo, enviar por él solo cuando lo necesitemos. Pocas cosas se lamentan con los años si todas las empezamos con Eben-ezer y con un amén a su voluntad.

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