No te alabes tú, alaba al Señor
JEREMIAS 9:23,
24
“Alábese en esto: en entenderme y conocerme”
(Lectura paralela, 1 Co. 1:31; 2 Co. 10:17; Ga. 6.:4).
En tiempos donde hay
mucho pecado y el juicio de Dios se avecina, lo único que tendrá valor es el
haber conocido a Dios; de eso dice el profeta que se alabe en esto el
que se hubiere de alabar, y añade: en entenderme y conocerme. Parece que
en los tiempos del profeta la gente acostumbraba alabarse los unos a los otros
y eso precisamente les gustaba mucho, aplaudir y ser aplaudidos, lisonjear y
ser lisonjeados; tenían un altar como los atenienses, para cada dios, para cada
vanidad que hubiere en este mundo. El culto a las cosas y a la personalidad
estaba a la orden del día, era una religión de tontas o hipócritas pleitesías.
Pero había un altar solitario, sin nadie enfrente suyo, el altar “al Dios no
conocido”; nadie alababa a Dios, reinaba una espantosa ingratitud hacia él y
una horrible y fría indiferencia hacia su genuina religión. Jeremías protesta
en nombre de Dios y les dice: Alábense, si quieren alabarse, si eso es lo que
les da gusto, enorgullézcanse si es lo que desean, en conocerme y entenderme. Yo
te doy gracias, Señor, por entenderte y conocerte. Primero supe de ti por la
creación y después por tu Palabra revelada en las Santas Escrituras, hasta hoy.
Oh, ¡cuánto amo yo tu Ley! (Salmo 119:97, 113), todo el día es ella mi
meditación.
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