Ve más lejos de donde el diablo te deje
ÉXODO 8:25-32
“Y Faraón
dijo: Os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificio al Señor vuestro Dios en el
desierto, sólo que no vayáis muy lejos”.
Lea esto con
el capítulo diez donde el Faraón accede a dejarlos ir pero no a todos ni con
todo. Pero ni una uña se quedó. La salvación fue completa. Al fin accedió
dejarlos ir pero les permitió no ir más lejos de dónde él quería (v.28);
hasta un punto no fuera de sus dominios, donde él aún pudiera ejercer su
jurisdicción y tuviera la misma autoridad de siempre sobre ellos, hasta un
lugar donde los pudiera alcanzar, que no le ganaran tantas ventajas que
los perdiera de vista, sobre todo hasta donde ellos mismos, por cualquier
razón, pudieran retroceder sin encontrar ninguna dificultad en desandar lo andado,
deshacer lo hecho, romper lo edificado, olvidar lo aprendido, descreer y poner
en dudas lo creído, caer de nuevo en sus brazos, hasta donde ellos pudieran
volver a su punto inicial de partida, por supuesto, para nunca más
dejarlos ir. Algo así como que no haya perseverancia de los santos, que se
pueda perder la salvación y haya una irremediable caída de la gracia.
Satanás, si
no le queda más remedio, por tu insistencia en adorar a Dios, en cambiar de
vida, en usar sus promesas, accede dejarte ir, con tal que no cambies tanto
que sea imposible luego recuperarte para sí mismo, accede a que hagas
cambios pero no a que cambies completo, que endereces algunas cosas torcidas
pero no que las replantees y las pongas derechas todas, que dejes algunas cosas
sin tocarlas, que retengas algunas formas de vivir, que no te deshagas de
algunos pecados donde él pueda poner su pie en tu vida.
Aunque uno
no se halle fuera del alcance de Satanás nunca, sí debe aprender a ir lo más
lejos que puedas para colocarte fuera del alcance de su mano, lo más santo
que puedas, lo más celoso, lo más apartado del mal, lo más creyente, lo menos
incrédulo, odiar menos, guardar menos rencor, amar más, tener más esperanza,
una fe más sólida, leer más la Biblia, orar más tiempo, con más intensidad y
frecuencia, alabarle más, servir mejor en las responsabilidades que tienes en
tus manos. Transformándote más y más conforme a la imagen del glorioso Hijo de
Dios, nuestro Señor Jesucristo. ¿No ves que si no lo haces podría cautivarte de
nuevo? No te pones fuera de su alcance y de sus dominios sino hasta que cruces
el mar Rojo, es decir, con el nuevo nacimiento, con la regeneración del
Espíritu, más allá de las ceremonias, ritos, de la religión, de la disciplina y
formas de culto. Camina en la fe hasta donde te sea imposible retroceder, lo
más lejos que el diablo, el Faraón te den permiso, si es que no le queda
otro remedio, pero jamás regreses a tu punto inicial de partida. Ve tan
lejos como Dios quiera y como tu pueblo, que es la iglesia, lo necesite.
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