Estudia las cartas de Pablo y lee los comentarios de Juan Calvino
2 CORINTIOS 1:15-23
“Por tanto, cuando me propuse esto, ¿acaso obré precipitadamente?
O lo que me propongo, ¿me lo propongo conforme a la carne, para que en mí haya
al mismo tiempo el sí, sí, y el no, no?”.
Pablo anunció su visita a Corinto;
era su propósito ir directamente desde Éfeso (v.16), pasar por Macedonia y
regresar a Corinto. Este plan tuvo que ser modificado mucho antes que la
primera epístola fuera enviada (1Co.16:5), les dice que no irá sino hasta que
pase por Macedonia. Sus enemigos se apresuraron para descalificarlo y acusarlo
de que decía una cosa y hacía otra, que era un hombre inconsistente e inestable
y que usaba de ligereza (v.17). Pero lo principal no fue el ataque personal que
él fácilmente contestó diciendo que el motivo que tuvo para variar sus planes
fue que deseaba ser indulgente con ellos y no usar severidad por los muchos
pecados que encontraría al llegar, dándole tiempo al Espíritu para que usara su
carta y cuando llegase los hallase como lo deseaba (3:1-3;12:20). Enseguida le
fueron encima a sus doctrinas, las que había enseñado por palabra y por carta,
y alegaron que con ellas pasaba lo mismo, no eran seguras, siempre
estaba cambiando, no predicaba un absoluto, no se podía confiar que lo que
enseñaba hoy fuera lo mismo que mañana. Era imposible asentar la esperanza de
la vida eterna en lo que él dijera. Eso era lo grave, por eso el apóstol le
dedica mucho más espacio a defender el evangelio que a su persona (Comp.
vv.15-22 con v.23).
Es como si les respondiera: “si mis enseñanzas no son seguras, si
mi evangelio va cambiando con las ocasiones, si no soy un maestro en quien se
pueda confiar ¿por qué cuando les prediqué a Cristo todas las promesas de Dios
fueron cumplidas en él? ¿No cayó el Espíritu Santo cuando les anuncié el
evangelio? ¿No les he dado motivos para pensar que tengo el Espíritu de Dios?”.
Enseguida asediaron el evangelio de Pablo, principalmente sus enseñanzas
referentes a Cristo. Con toda seguridad le acusaban que su evangelio, como él
lo llamaba (Ro.2:16), no era el evangelio apostólico y por ende el de
Jesucristo, porque no era un apóstol.
Oh amado, lo que has aprendido de Pablo es confiable, lo que nos
ha enseñado de Cristo es cierto. Su evangelio no es según hombre sino de
Dios (Ga.1:11,12). No tengas dudas que él haya sido inconstante en su teología
y que fuera variándola fundamentalmente por etapas. No, lo que hemos aprendido
de Cristo, así es él, así lo conocieron los apóstoles. Su mensaje recibió
divina confirmación y puedes cerrar tus ojos y mirar por los suyos con su
cristología, con su escatología, confiar el bienestar eterno de tu alma a
lo que por él has aprendido. No fue un maestro movedizo. Fue añadiendo enseñanzas
y revelación a sus primeras doctrinas pero no cambiándolas. Oh Señor, ayúdanos
a estar seguros en lo que hemos aprendido por Pablo de Cristo, que no seamos
hallados falsos testigos tuyos, que no admitamos como verdades herejías. Danos
con Cristo todas las cosas (Ro.8:32). Amable hermano, ¿eres un defensor del
evangelio? (Flp.1:17). Confía en este evangelio incambiable, no hay
otro, no es diferente al que enseñó Jesús. El paulinismo no es sólo una
interpretación teológica de Cristo, es Cristo. Y Pedro mismo dio a entender
que había que estudiar mucho sus enseñanzas porque costaba trabajo
comprenderlas (2Pe.3:16). Lo que ensenó Jesucristo es la verdad, él era la
verdad. Pablo interpreta a Cristo, Agustín de Hipona ofrece a la iglesia en
teología sus interpretaciones doctrinales y Juan Calvino las sistematiza y se
las entrega a la iglesia cristiana reformada.
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