¡Cómo pudieron vivir sin el internet ni Facebook!
Eclesiastés 3:1-8
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo
del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar,
y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de
destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de
endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar
piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de
buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de
romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de
amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz”.
En ninguno de esos tiempos dice: tiempo
para orar y tiempo para adorar a Dios, tampoco dice tiempo para meditar en Su
ley, ni tiempo para el espíritu. Aquéllos son los tiempos que se suceden en la
vida cotidiana de una persona; algunas ocupaciones intrascendentes ocupan
tiempo: tiempo de comer, romper, conocer, herir y sanar; algunos tienen
relativa importancia, endechar, plantar, etc. Y otros parecen tiempos casi
perdidos, esparcir y recoger piedras, para la construcción de una casa, una
cerca, un pozo, etc. Tampoco menciona el tiempo para el estudio o la
preparación mental. Este hombre sabio parece desencantado de sus
investigaciones, y de andar dentro de exitosos descubrimientos a los cuales se
les esfuman pronto la alegría. ¿Cómo ocupas tu
tiempo? ¿En cosas importantes o intrascendentes, en fruslerías, o
matando el tiempo, suicidándote a plazos? Trabaja, construye una familia y
cultiva tu fe. La vida en aquellos tiempos del Eclesiastés tenia veinticuatro
horas diarias como la nuestra, y doce meses igual, y puede que con menos
entretenimientos, quiero decir sin cines ni televisor, ni radio ni ordenadores
o computadoras, y ¡cómo les fue posible
vivir sin la internet, ni Facebook, ni
correo electrónico, ni teléfono móvil! La vida hace milenios era menos
complicada, más sencilla que la de
ahora, a nadie se le veía sobre su asno enviando un texto sin atender el
tráfico, pero fue para muchos igualmente
sin sentido como hoy; que huyen del aburrimiento por dentro de las “redes
sociales”, si es que otrora por las muchas cosas en aquel entonces, en ella no
cupo Dios ni hubo tiempo para “escoger la buena parte”, sentarse sin
distracción a oír a Jesús (Luc. 10:42).
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