A cuál político le das tu voto
Jeremías 44:15-19
“15 Entonces todos los que sabían que sus mujeres habían ofrecido incienso a dioses ajenos, y todas las mujeres que estaban presentes, una gran concurrencia, y todo el pueblo que habitaba en tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo: 16 La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; 17 sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. 18 Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos. 19 Y cuando ofrecimos incienso a la reina del cielo, y le derramamos libaciones, ¿acaso le hicimos nosotras tortas para tributarle culto, y le derramamos libaciones, sin consentimiento de nuestros maridos?”.
“Ofreceremos incienso a la reina del cielo”. No parece ser el pueblo de Israel quien habla sino Moab, Edom o cualquiera otra nación pagana; fíjate que no han podido conocer a Dios en la historia contemporánea sin la ayuda de la Palabra de Dios. Cuando examinan la historia actual, política, económica y religiosamente, no la relacionan con el Dios verdadero; al contrario, la reflexión religiosa que hacen de los eventos, es pagana. El paganismo es la religión histórica de los pueblos del mundo.
El residuo del pueblo de Israel interpreta los eventos de un modo y Jeremías del otro, pero el correr de los siglos dio su aprobación a la interpretación de Jeremías, se encontraban en aquel estado por la desobediencia al Dios del cielo, no a la reina del cielo. El hombre razona profanamente sobre la historia de su país, pensando que es él mismo quien confecciona la historia y no Dios, o si medita religiosamente adjudica los acontecimientos a una explicación supersticiosa y mítica. El fin último del desarrollo histórico de los pueblos, la historia de la civilización, no se alcanza sino por un análisis teológico de sus progresos y retrocesos, de sus tiempos dorados y sus caídas, de sus adelantos y atrasos, sus guerras y convenios.
Para interpretar correctamente la historia y destino de un país hay que acudir a la Biblia, la Palabra de Dios. Los pocos judíos que quedaron luego de la caída de Jerusalén se quejan lastimeramente que todo les ha sucedido por haber abandonado el paganismo intruso de sus abuelos; según ellos es la reina del cielo, no Jehová, el que los ha castigado por haberle desobedecido. La principal confusión la extrajeron del análisis de la economía; dijeron que en los tiempos cuando la nación se entregaba a la idolatría fueron los mejores y que el país progresó durante su infidelidad a Dios.
Eso era falso. La ruina económica de la nación fue un producto de su deterioro religioso, sucumbieron viviendo como paganos, no adorando a Dios; y estrictamente la catástrofe económica les provino por la vía política, la nación fue destruida en un conflicto político. Esas son las dos piernas de una nación: su economía y su política; la sociedad camina o cae con ellas. Si la economía está coja, la nación cojea aunque ande bien con la pierna política, si la pierna política está llagada y supura, la economía se resiente y no marcha bien; pero la medicina de ambas es la religión cristiana. La historia de los pueblos lo atestigua, si una nación prospera económicamente pero se corrompen sus instituciones políticas, perece; si la política es buena y la economía mala, hay un poco más de esperanza y quizás se arregle la sociedad, sale de su retraso, vence su inflación, supera su recesión.
Por lo tanto, la economía, la política y la religión son las tres fuerzas más importantes en la continuidad de un pueblo como pueblo. Los pueblos paganos o ateos deben sucumbir. La esencia de la sociedad es su relación con Dios; no podemos saber dónde estamos ni adónde vamos sin hacer un juicio sobre nuestro pasado y presente con la Palabra de Dios. La economía y la emigración no debes ser los únicos renglones que miremos de un candidato para darle el voto; la Palabra de Dios también contempla otros aspectos importantes que condicionan nuestra decisión, son aspectos éticos, tan sensibles al criterio divino como la creación de nuevos empleos y el seguro social, el derecho al aborto o casarse personas del mismo sexo. Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, que gobierna por su Palabra, porque entonces la visita con su providencia para darle pan. Y puestos de trabajo. Amén.
Asi es Pastor, hay que depositar en JEHOVA todos nuestros caminos, aunque haya otros que nos parezcan mejores, se que es muy dificil dar la espalda al dinero o la prosperidad o a un buen negocio, y elegir el camino que JEHOVA grabo en nuestra conciencia y nuestra alma, sabemos incluso que es lo correcto, mas nuestro pecado nos hace errar. La unica forma de hacer la decision correcta es pedir al DIOS del mundo que se encargue tambien de nuestras decisiones, de otra manera, que nos de tanta FE , que esta supere nuestra codicia , mas por otra parte pienso que no debemos andar en la vida como limosneros de LA FE , pidiendo y pidiendo , tenemos que trabajar y ser merecedores de ella.
ResponderEliminarY yo también me uno a su Amén, querido hermano Humberto. Cuando nos alejamos de Dios, nada bueno podemos esperar.
ResponderEliminarUn abrazo afectuoso.
Ameen, Isa, leemos"Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová" (Sal. 33:12). Dios bendiga vuestro hogar, los visite con pan, salud y salvación, y el trabajo que hacen en su obra.
ResponderEliminar"...otros aspectos importantes que condicionan nuestra decisión, son aspectos éticos, tan sensibles al criterio divino como la creación de nuevos empleos y el seguro social, el derecho al aborto o casarse personas del mismo sexo." Creo que finalmente este aspecto pasa a ser el criterio principal a considerar... aunque finalmente como cristianos terminemos decidiendo por el mal menor, con la firme convicción que aunque estamos en este mundo, no pertenecemos a él pues nuestra ciudadanía está en los cielos.
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