Líderes dulces y amorosos

                                                                                Jueces 9:5-15


“Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió. Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem. Cuando se lo dijeron a Jotam, fue y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo: Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios. Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano”.

 Esta fábula compuesta por Jotam es muy provechosa para el creyente cristiano si la toma en dos sentidos. Primero en relación a la elección de sus líderes; cuando el pueblo sufre violencia de un grupo faccioso que se las arregla para colocar al frente de la congregación de Dios a personas que espiritualmente son las peores que se pudieran encontrar, carnales y no espirituales, ambiciosas, que no descartan ningún medio de las tinieblas para erigirse en caudillos de quienes no debieran. Abimelec engañó a Siquem y los convenció para que le dieran muerte a setenta medios hermanos suyos con el fin de quedarse él como dueño de la prestigiosa historia de Gedeón; no era el mejor líder, ni el más dotado a no ser con aquella virtud que tienen las serpientes, la astucia. Sin sombra como una zarza, para cobijar debajo de sí a mucha gente necesitada, sin belleza, lleno de espinas desgarradoras y sin frutos. En fin, inferior en todo. Este hombre ambicioso logró por unos tres años apoderarse de la dirección de Israel. Así hay hombres que logran ocupar, como Diótrefes, el primer lugar dentro de la iglesia para mal de ella, o de su nación; los que nada tienen que ofrecer a Dios o a los hombres, sino escasez, mentiras y esclavitud.

En segundo lugar, oh mis hermanos, que sean los que nos presiden, los que están en eminencia en la casa de Dios, aquellos que como el olivo honran a Dios y a los hombres, que glorifican al Señor con sus vidas, con sus trabajos y la iglesia es también colocada en un lugar muy alto. Que Dios no permita que vengan a enseñorearse de su pueblo los que son espiritualmente bajos, que no tienen ojos, ni lengua, ni mano para adorar al Señor, los que espiritualmente son incapaces. O aquellos que como la higuera ponen a disposición del pueblo santo su dulzura y buen fruto. Oh sí, danos Señor, hombres que sean dulces en su cantar como David, dulces en su palabra como Jesús. Dulces en su predicación, en sus maneras; que sintamos tu amor por las manos, los labios y la mirada de esos siervos tuyos. Llenos sí, de frutos del Espíritu Santo, amor, gozo, paz, bondad, mansedumbre, templanza; que no haya ninguna ley en contra suya. Grandes cristianos queremos que sean los que conduzcan tu pueblo, que los pastoreen en este mundo. Oh Señor, danos líderes que atraigan hacia sí a los niños, a los ancianos, a los adultos todos; que uno sienta que tú nos los has mandado.

 

 


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