La Biblia, un libro hecho con martillo, plumas y tinta
ÉXODO 36:9-38
“Y Bezaleel, Aholiab y toda persona hábil en quien el Señor ha puesto
sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra de construcción del
santuario, harán todo conforme a lo que el Señor ha ordenado” (36:1).
Una casa
apropiada para el desierto, transportable, preciosa, bella y sagrada. El pueblo
sabía que fue diseñada por Dios, que miraban un modelo divino, no algo bajado
del cielo sino fabricado por ellos, por hombres muy dotados por el Señor y
estrictamente ajustados a los diseños de él; pero ellos también habían tenido
participación en su construcción. Pasando por enfrente quizás podrían reconocer
algo de lo que habían dado o hecho, oro, telas, madera, etc. El tabernáculo se
parece a la formación de la Biblia. ¿Qué, es un libro escrito por hombres? Sí,
¿y qué? El diseño de ella es divino pero muchos hombres y mujeres han trabajado
primorosamente en su construcción. ¿Quieres hallar la verdad? Escudriña la
Escritura, inclusive lo que cantaron Moisés y Miriam. Estúdialos a ellos, la
experiencia cristiana que tuvieron, la fe o carencia de ella, lo acertados y
desacertados que estuvieron, sus fidelidades y pecados, cómo se rebelaron y
fueron perdonados. Fíjate y piensa en Caín, en la serpiente antigua, en Balaán
el falso profeta, en Anás, Caifás y Judas Iscariote. Ponlos en la mirilla de tu
estudio y descubre lo que el Espíritu Santo nos dijo por medio de sus vidas.
Escucha a Satanás cuando habla con Jesús, y óyelo a él en el huerto y en la
cruz. En la Biblia siempre hallarás huellas de hombres y huellas de Dios,
mensajes labrados, palabras primorosas, la gloria y presencia de Dios en ella.
Tiene las huellas de Moisés, de Josué, de Esdras, Nehemías, Pablo, Juan, Pedro.
Y también de vidas que no escribieron nada en ella sino sus historias como Rut
la moabita, Timoteo, Tito y Epafrodito, Evodia, Síntique y Priscila. Dios
contando la verdad sobre la experiencia humana, escribiendo su revelación por
manos de hombres. Es un libro para mí, el mejor de cuantos los hombres hayan
escrito.
Como el tabernáculo, es una obra de Dios y de hombres, para los hombres;
de hombres para los hombres; la revelación celestial, el mensaje divino,
fundido y martillado, esculpido, labrado, tejido y teñido, por manos de hombres
capacitados y santos. “Aquellos varones hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo”, con martillo, plumas,
pergaminos y tinta (2 Pe.1:21).
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