No hables cuando mastiques
Salmo 106:25
“…murmuraron en sus tiendas”.
¿En qué otro lugar se suele murmurar más contra Dios
y el prójimo que en la propia casa, sobre todo a la mesa? Israel siempre fue un
pueblo de gente murmuradora y quejosa; por
todo protestaba y con nada estaba conforme. Se olvidaba pronto de las
bendiciones de Dios y protestaba por la más pequeña dificultad que
encontraran.
Para mal, ese mal hábito de la murmuración ha pasado
a la iglesia cristiana, sobre todo a la hora de la cena. Algunos, en vez
de tener una iglesia en su casa como Filemón, Aquila y Priscila, lo que tienen
es un Tribunal, donde continuamente se quejan de los otros y hasta de
Dios. Se sientan a la mesa a comer los
alimentos y después de bendecirlos en oración protestan de los caminos del
Señor y maldicen con sus lenguas a sus hermanos que él creó a su imagen y
semejanza. Hablan mal de aquellos con los cuales adoran y de los que los
acompañan en la santa cena del Señor.
Cierran la puerta de su aposento para orar al Padre que está en secreto
y ve en secreto, y allí mismo murmuran contra aquellos por los cuales debieran
interceder y elevar alabanzas por su bendición.
Los ángeles del Señor no hubieran visitado la tienda
de Abram y Sarai si los esposos no hubieran tenido la lengua santa en la casa
como la tenían delante de la gente; a ellos (y a Lot) posiblemente se refiere
el autor de Hebreos cuando dice que algunos sin saberlo hospedaron ángeles (He.
13:1). Pero en una tienda donde la esposa es una incurable murmuradora y
contagia al marido (o él a ella), a los hijos, a los yernos, a las nueras, a
los nietos, ¿irán ángeles allí para oír las amarguras que conversan? No, los
ángeles de Dios visitan las tiendas donde las conversaciones son agradables al
Espíritu Santo y a los ajenos, si éstos las oyeran.
En una tienda de murmuradores los ángeles que entran
son los caídos, que son a quienes les gusta oír esas pláticas abusadoras
que son las mismas que sostienen las almas condenadas en el infierno y con las
cuales pasan buen tiempo los demonios charlando. Una tienda de murmuradores es
un infierno no un cielo y si ellos se hacen pasar por santos ante los demás, la
tienda se halla en la parte más baja del infierno donde residen los hipócritas.
Los ángeles de Dios anhelan mirar las cosas del Espíritu (1Pe. 1:12), pero
supongo que no oírnos hablar contra algún ausente, y eso hacerlo a la mesa masticando
con la boca llena.
"M¿irán ángeles allí para oír las amarguras que conversan? No, los ángeles de Dios visitan las tiendas donde las conversaciones son agradables al Espíritu Santo y a los ajenos, si éstos las oyeran." Muy buen post, hermano. Me he reído al leerlo por lo que dice de los demonios a la mesa de los cristianos, no porque esté incorrecto, pero tristemente es tan cierto todo esto.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso y adelante con estas preciosas exhortaciones.
Dios te bendiga Isa, una de mis lectoras favoritas, porque sonríe con mis post. Dios, como a Sarai, la hace reír “y cualquiera que lo oyere se reirá con ella”.
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