El diablo sabe escupir

“Entonces el espíritu clamando y sacudiéndole con violencia, salió” (Mr. 9: 26).

El diablo no es un enemigo fácil de vencer; es cierto que el Señor ha levantado contra él a poderosos líderes que le han ganado grandes guerras. Moisés lo combatió con tinta, pergaminos, cincel, piedra  y vara. Job se defendió contra él en una cuarta de tierra; y terminó el combate sin hijos y rascándose con un tiesto. A  Daniel lo empujó a ciertos leones que no pudieron darle una mordida. Todos los apóstoles tuvieron que ponerse serios con ese viejo y experimentado espíritu. 
Y la guerra en contra suya aún continúa. El no se rinde al primer ataque, no retrocede a nuestro primer empuje, no capitula a las primeras heridas. Hoy podemos acosarlo y herirle gravemente pero se retirará sólo “por un tiempo” (Luc. 4:13).

Este niño posesionado por un demonio, lo trajeron a Jesús quien lo fue echando de su cuerpo. Si leemos los otros relatos sobre el mismo suceso vemos como resistía persistentemente a las primeras órdenes del Señor de abandonar su morada y cuando lo hizo, en su huida lo “sacudió con violencia”, “gritos y convulsiones” diría otra traducción. Inmediatamente al comienzo de la cura no le vino la paz, hizo que el joven gritara espantosamente y se convulsionara para luego dejarlo. El diablo no tiene nada de cortés y no podemos decirle: “Por favor señor diablo, ¿quiere usted hacerme el favor de retirarse?”. Una vez que hemos tomado la senda correcta para deshacer sus entuertos, debemos continuar deshaciendo sus nudos; habiendo comprobado como atarlo no debemos vacilar en continuar inmovilizando sus tentáculos.

No podemos desanimarnos si antes de sacarlo afuera completamente, produce algún acto de violencia o vocifera algunos gritos, escupe algunas mentiras, arroja maldiciones, promete vengarse y ronda alrededor con el ojo fijo, dantesco, mirándonos y lo que  hacemos, pues si cometemos alguna indiscreción para aprovecharla y decirle a todo el mundo que sus calumnias son innegables verdades. Antes de irse se agarra al suelo y se retuerce; y cuando ya lo haga estará pensando en el grupito de amiguetes diablillos que reunirá para el contraataque. Las divisiones en la iglesia tienen una inolvidable historia común.

Sus convulsiones son síntomas de que recoge sus maletas y se va, y la espuma en la boca significa que se le acabaron las palabras, o ¡échate para un lado que quiere escupirte! El diablo sabe escupir sobre nuestro Señor, y cómo tirar desde lejos, o por la espalda, sus esputos sobre todo lo que somos y hacemos. Continuemos medicando con gracia celestial, una y otra vez hasta que del enfermo salgan todas las partes de su reptil y asqueroso cuerpo, con la secuela de males muy pocos sociales. Las situaciones que han sido fuertemente dominadas por el diablo son difíciles de recuperar y quizás tengamos que exponer a sus ofensivas, gritos y violencias, el pellejo y algo más.

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