Por favor, abandonen el oficio de sacar pajas


Mateo 7: 1-5
“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano,  y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? No Juzguéis para que no seáis juzgados”.

Muchas de estas frases siguientes suenan como palabras enojadas, dichas por Jesús a la iglesia, con enojo por los fariseos. Al Señor le molestaba la doble vida de los fariseos, que se ocupaban más en criticar que de ellos mismos. No caben dudas que por desgracia natural todos tenemos pajas no sólo en los ojos sino por dentro, dentro del carácter, temperamento y corazón. Esas pajas pueden ser defectos naturales contra los cuales nada podemos hacer por mucho que los combatamos y afloran de todos modos, emergen de cuando en cuando y son expuestos a la vista de nuestros hermanos. También tenemos pajas que nos han quedado a pesar de la obra de la gracia con que Cristo nos ha zarandeado. Las aflicciones que hemos sufrido, los sermones que hemos oído, las lecciones que hemos recibido, no nos han quitado algunas pajas y  todavía están pegadas tercamente a la semilla del evangelio. Nuestro servicio a los hermanos suele ser servido con alguna paja, el trigo no es puro. Lo peor no es que ellos la noten, sino que ya nosotros mismos conocemos de su existencia y sabemos que Dios también. Ojalá fuésemos perfectos.
Debemos ser misericordiosos y piadosos con las pajas de los otros y tener en cuenta que lo que estamos mirando es paja, si hubiéramos conocido a tal y tal hermano unos años atrás daríamos gracias al Señor por la paja que le queda, si conociéramos la historia espiritual de los otros nos callaríamos cuando presenciamos paja en sus vidas. Quiere decir: Mide el tamaño de ese error, defecto o pecado, según corresponda el caso. Tenemos que recibir gracia divina para aprender a manejar internamente, dentro de nosotros mismos, los errores, pecados y faltas de los demás.
Hay creyentes que parecen haber sido comisionados, no sé por quién, para sacarles las pajas de los ojos a sus hermanos, son verdaderos sacadores de paja (o de motas). Lo que ellos ignoran quizás es que  nunca se la sacan, cada vez que se acercan y lo intentan hacen llorar el ojo, lastiman, hacen sufrir mucho y más bien torturan a sus pobres víctimas. Para poder sacar una paja en la vida de otro hace falta mucha gracia, amor, sabiduría y paciencia y generalmente estos sacadores de pajas son irreflexivos, quieren sacar la paja con alguna explosión temperamental o en el humillante momento en que la paja se hace visible. 
Cualquier santo puede agradecer más a los que han orado por él que a los que lo han criticado. Los sacadores de paja que el Señor verdaderamente nombra son gente espiritual, graduados oftalmólogos en la Escuela de la Gracia que hacen juicios espirituales; son verdaderos médicos del alma y curan sin uno apenas sentirlo. El paciente fraternal nunca da un grito de dolor y apenas se percata de la operación. Estos enseñan con paciencia y la instrucción misma saca la paja. Por favor, abandonen ese oficio, hay demasiados obreros trabajando en eso, con uno o dos nombrados por el Señor alcanza para todos.

Comentarios

  1. Hermosa forma de enseñanza.
    Yo antes acostumbraba a criticar con mucha frecuencia a aquellos que se decían ser cristianos pero con sus vidas negaban el hecho.
    Pero he ido aprendiendo a no criticar de esa manera, sino, como usted bien dice, a orar por ellos y a pedirle al Señor que haga su voluntad en esas personas, y de ese modo descanso en su providencia y soberanía.
    Qué hermoso ha sido el Señor conmigo, si él no hubiese intervenido en mi vida, estaría aún desarrollando el oficio de sacador de paja.

    Le doy la gloria al Señor por su gracia para conmigo que ha sido abundante.

    Gracias por este texto pastor, me muestra la gracia del Señor trabajando en mi vida.
    Dios le guarde.

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  2. Entonces, Aprendiz, es que has madurado, y como dice Santiago, si dominas la lengua, eres capaz de refrenar todo tu cuerpo; y eso es una verdadera dicha, sobre todo en alguien como tú que se halla en sus años mozos. Bendiciones.

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  3. Gracias pastor por sus palabras, me edifican y animan en la fe.
    Dios le guarde querido pastor.

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