Rowland Hill y Lady Erskine


Cierta vez cuando Rowland Hill estaba predicando, Lady Erskine pasaba cerca de ese sitio. Aunque se encontraba un poco alejada le preguntó a su cochero que hacía tanta gente allí. Por lo cual él respondió, "toda esa gente va a escuchar al predicador Rowland Hill". A, ya se, he escuchado mucho acerca de él y es una persona extraña, un predicador violento, pero de todos modos acerquémonos. En cuanto el señor Hill la vio dijo, "acérquense vamos a tener una subasta. Les voy a vender a Lady Ann Erskine". Por supuesto, cuando esta señora oyó eso se detuvo al momento para ver qué es lo que iba a pasar. "¿Quién la quiere comprar? ¿Quién da más por ella?
Entonces el mundo vino para hacer una oferta. ¿Qué usted daría por esta señora?". El mundo le ofreció esto: "Le daré todas las pompas y vanidades de esta vida. Será una mujer feliz aquí, rica, tendrá muchos admiradores y podrá atravesar el mundo cargada de joyas". "No, no se la vendo. Su alma es eterna. Es muy poco lo que usted está ofreciendo. Y pregúntese ¿de qué provecho le valdría a ella que ganara todo el mundo y perdiera su alma?".
Después se acercó otro comprador-este era el diablo. "¿Qué usted ofrece por ella?". "Muy bien, dijo él, le daré todos los placeres que pueda sacar del pecado. Le ofreceré en abundancia todo que pueda mirar y escuchar. No quedará un solo placer en el mundo que ella no pueda disfrutar". "Ahora Satanás, ¿qué es lo que tú puedes darle que le dure para siempre?, porque yo sé quién tú eres. Sé que le darías todo que ella quiera en esta vida pero después destruirías su alma por la eternidad".
Seguidamente se acercó otro individuo para hacer su oferta: "A este yo lo conozco, pensó el señor Hill no es otro que nuestro Señor Jesús. “¿Qué das por ella?". Y él respondió, "en este momento no se trata de lo que yo pudiera dar por ella sino de lo que ya he dado por ella. La he comprado con precio y le daré el cielo por toda la eternidad. Además de eso le llenaré su corazón de gracia ahora en esta vida y después de gloria por todos los siglos". "Oh, Señor Jesucristo, dijo Rowland Hill, a usted si se la doy". Y mirando a Lady Erskine, le dijo, "¿tiene alguna objeción que hacer?". No hubo respuesta. Entonces él dijo, “¡vendida!, en este momento le perteneces al Salvador. Te he desposado con él. Y nunca rompas ese contrato".
Y ciertamente ella nunca lo rompió. Desde ese momento en adelante dejó de ser una mujer ligera y volátil para convertirse en una persona seria que cooperó mucho con la verdad del evangelio y murió abrazada de la esperanza de entrar al reino de los cielos.

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(Charles H. Spurgeon, Words of Wisdom, pag. 101-103)

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