Suspiros por los viejos tiempos
No dice: “mi boca abrí y bostecé” sino “mi boca abrí y suspiré
porque deseaba tus mandamientos”.
¿Suspiras por el retorno de épocas de oro que la iglesia ha
vivido, por la vuelta de aquellos viejos tiempos y viejos profetas, que aun después de muertos sus huesos
continúan teniendo más vida que muchos vivos, por un buen sermón que esté
basado íntegramente en la Palabra de Dios, que sean los pensamientos del
Espíritu Santo dejados en la Biblia?
El alma que ama la palabra de Dios suspira
cuando recuerda aquellos tiempos cuando en los cultos la Biblia era lo
principal, y no otras cosas que han importado para adornarlo, azucararlo o hacerlo
más atractivo pero superfluo. El alma de quien ama los mandamientos divinos
suspira cuando lee aquellos grandes sermones y aquellas grandes exposiciones
del pasado, dice: “Oh Dios, envía hombres como Agustín, obispo de Hipona,
hombres como Lutero, Calvino, Owen, Bunyan, Spurgeon, Wesley, Whitefield, que
sean verdaderos maestros de la Palabra de Dios”. Oh, quien suspira ora
para que retornen esos tiempos en que haya “hambre de oír la palabra de Dios”
(Am. 8:11), y no que sientan “comezón de oír” conforme a sus concupiscencias (2
Ti.4:3). Hombres que deseen nutrir al rebaño con la Palabra del Señor, con oro,
plata, piedras preciosas, que suspiran cuando ven que tantas almas se alimentan
con paja, rastrojo, heno y hojarasca, y otros, como dice el profeta, con
cenizas (Isa. 44:20).
Suspira por leer acerca de los mandamientos de Dios
porque “la exposición” de sus palabras son las que alumbran (Sal. 119:130);
porque en el púlpito se emplee con más frecuencia ese método de predicación,
que los maestros de la escuela bíblica lo empleen continuamente dentro de un
curso mejor diseñado que los que hoy conocemos en abundancia. Suspiramos por
gente como el salmista, que suspiren, sensitiva, que anhelen la palabra de
Dios, que suspiren por sus necesidades espirituales sin aburrirse ni cansarse.
Esos suspiros son los “gemidos del
Espíritu”, indecibles que nos habla Pablo (Ro. 8:26), que revelan la intensidad
espiritual de las oraciones que se hacen. Oh Dios, provéenos hoy de hombres
y mujeres espirituales que suspiren por lo que nosotros suspiramos, y por lo
que Cristo suspiraba (Mr. 8:12): el engrandecimiento y fortalecimiento del
Reino. Amén
Comentarios
Publicar un comentario